lunes, 3 de agosto de 2009
Semblanza
Por: Ignacio Valencia
El señor Presidente de la República, doctor Alvaro Uribe Vélez, la Ministra de Comunicaciones, doctora María del Rosario Guerra de La Espriella, el Presidente de los Servicios Postales Nacionales, doctor Juan Ernesto Vargas Uribe, con la honrosa decisión de editar una estampilla conmemorativa con la efigie de Guillermo León Valencia, han querido honrar la memoria del Ex presidente de Colombia, con ocasión de la primera conmemoración centenaria de su natalicio. Y cuando se evoca el nombre de Valencia, al propio tiempo, se exalta y enaltece, en grado sumo, a quien fue todo abnegación, sacrificio, valor, lealtad y honradez, y pone de presente la ejemplarizante parábola vital de Valencia y su inquebrantable compromiso de servicio al pueblo colombiano sin distingos de raza, clase o credo.
La personalidad de Valencia tiene su raíz en la severa disciplina y la probidad diamantina que le inculcó su padre, el Maestro Guillermo Valencia. Aquel hogar cristiano y sencillo, conformado por el Maestro Valencia y su esposa Josefina Muñoz, le enseñó a vivir dentro de un severo marco de valores morales, en un ambiente de virtudes, trabajo exigente y alegrías, de afecto y honor, que en su casa abundaban en permanente florescencia. Valencia lee, estudia y aprende, movido por un espíritu inquieto con ansias de saber. Perora en las plazas públicas, escribe en su periódico de provincia, “Claridad”, propone, debate, incrimina y señala objetivos y propósitos al servicio de Colombia. Esta etapa se releva cuando el jefe del conservatismo, doctor Laureano Gómez, lo postula como Diputado a la Asamblea de Cundinamarca por la provincia del Guavio y es elegido. Esta tribuna le permite congregar y recoger muchos partidarios y amigos; muéstrese elocuente y brillante; se apercibe en la Asamblea de Cundinamarca al gran parlamentario que colmaría etapas muy gloriosas en el acontecer nacional y en las fuertes batallas de oposición en que se encontraba comprometida su colectividad conservadora.
El pueblo lo elige Senador de la República por el Departamento del Cauca. Aquí, en éste recinto del Senado, conoció el complicado laberinto de la impredecible acción política y la complejidad de la tarea parlamentaria; comprende y asimila la inmensa tarea que las dos grandes fuerzas políticas de la nación- el conservatismo y el liberalismo- han llevado a cabo para que, paso a paso, fluyera una síntesis fecunda de armonía como resultado final del esfuerzo de las dos colectividades para plasmar y dirigir el destino común de nuestra Patria.
Conquista luego las más altas dignidades en la dirección política de su partido y con sus brillantes colegas del Directorio Nacional Conservador, estudia y propone fórmulas de solución para enfrentar los grandes problemas de la sociedad y del Estado: las aspiraciones de las regiones, el estímulo del empleo y la relación entre sus dos grandes componentes: el capital y el trabajo, la protección del medio físico. En fin, aboga por unas fórmulas de conciliación ajenas al predominio grupista y sectario que divide, debilita y finalmente destruye los caminos del progreso y de la confraternidad entre los grupos sociales.
Valencia se movía en la política nacional conforme a este pensamiento y supo ser coherente entre el discurso y su acción real. Por estas razones, ocupó puesto de dirección, mando y prestigio en la vanguardia combatiente del conservatismo y, al propio tiempo, se ganó y mereció el mas cálido respeto del adversario político, pues el liberalismo colombiano siempre reconoció en Valencia, con especial e histórico gesto, su probidad diamantina y su trayectoria democrática totalmente ajena al sectarismo, a los odios excluyentes y estériles y a la violencia. Dedicó su vida a la consolidación de la democracia, la defensa de la libertad y promovió siempre los acuerdos patrióticos entre los partidos y los grupos sociales. De allí, su resolución de ir hasta el sacrificio en la hazañosa empresa de restauración de la libertad y de las instituciones republicanas en el año de 1957.
Su figura fue el símbolo del pueblo colombiano en la gran batalla por la restauración de la libertad, el imperio de la democracia y la vigencia de las instituciones republicanas. Su compromiso con los ideales de concordia y reconstrucción de la democracia hicieron de él uno de los creadores del Frente Nacional, que ha sido la más grande rectificación histórica del rumbo de la nación. Colombia se decidió por una política de entendimiento, conciliación y gobierno conjunto de los partidos históricos. Como candidato nacional a la Presidencia, para el período 1.958-1.962, se comprometió en una lucha sin cuartel que culminó el 10 de mayo de 1.957 con el derrocamiento de la dictadura. Servidor devoto de la democracia, se desempeño como diputado a la Asamblea de Cundinamarca; Senador de la República, por el Departamento del Cauca; Presidente del Directorio Nacional Conservador en la campaña por la reconquista del poder que culminó con la elección de Mariano Ospina Pérez como Presidente de la República; Constituyente en la Asamblea Nacional convocada en el gobierno del doctor Laureano Gómez; Senador de la República por el Departamento de Antioquia; Embajador ante las Naciones Unidas; Embajador de Colombia en España en dos oportunidades; diversos gobiernos le ofrecieron varios Ministerios, que no aceptó; Candidato Nacional a la Presidencia de la República en dos ocasiones y Presidente de la República.
Ni amenazas ni prisiones doblegaron su heroica voluntad de lucha como candidato presidencial del Frente Nacional para el período 1958–1962, al frente de una política de conciliación nacional pactada por el conservatismo y el liberalismo contra el imperio del gobierno de círculo, excluyente y despótico.
Valencia como candidato del Frente Nacional pronuncia la arenga y da la batalla y en ésa lucha, el choque de las espadas le dio temple de acero a su pensar. Y su compromiso de honor con la Patria alcanzó una fecunda expansión radioactiva que encendió un fuego primordial que iluminaba su verbo poderoso y que prendió la voluntad de rebeldía y lucha del pueblo colombiano. La juventud universitaria derramó generosamente la sangre preciosa de sus mártires y los gremios, el pueblo, la nación entera, se movilizaron en masa detrás del carácter y el valor que simbolizó la heróica y decisoria acción de Valencia en aquellas horas aciagas. Esta batalla restauró la libertad. No se disparó ni un solo tiro. Así nació la segunda República el 10 de mayo de 1957.
La historia recogerá en toda su grandeza la hazañosa empresa llevada a cabo por los dos partidos históricos. Colombia rechazó los trágicos errores del pasado. Pero quiso el destino que así como la acción temeraria de Valencia al frente del pueblo se transformase en aquel movimiento victorioso del 10 de mayo de 1957, al propio tiempo, su esfuerzo y su heroísmo rindieran solamente frutos de ingratitud para el candidato nacional, cuando fue sustituido faltando pocos días para las elecciones presidenciales. El león cayó herido. Y fue entonces cuando Valencia aquilató su condición de caudillo noble, de convicciones irreductibles en torno al ideal de concordia nacional. Valencia transformó el sacrificio de su propia candidatura presidencial en un nuevo y decisivo signo de reconciliación nacional al anunciar y luego votar, estampando su firma en la papeleta, por su ilustre compañero de luchas, el doctor Alberto Lleras Camargo, jefe del partido liberal.
Se debe meditar con serena objetividad sobre ésta histórica decisión política. Valencia pudo mantener su propia candidatura presidencial para el período 1958-1962, que fue solemnemente proclamada por los dos partidos en instantes cruciales de la vida colombiana. Valencia ostentaba un título indiscutible como candidato nacional a la Presidencia de la República. Y participar en el debate presidencial del año 1958, era una decisión que dependía de su propia voluntad. ¿Acaso nos hemos detenido alguna vez a pensar acerca de la manera como se habría desarrollado un debate que hubiese enfrentado a Alberto Lleras Camargo, candidato presidencial y jefe único del partido liberal con la candidatura de Valencia, reconocido jefe conservador, quien a su vez y previamente, había sido proclamado como candidato del Frente Nacional por Lleras Camargo a nombre del liberalismo y también, por el Directorio Nacional Conservador?
El Frente Nacional propugnaba por un gobierno bipartidista, paritario y con programa común –como fórmula patriótica de eliminar el sectarismo, la violencia y los enfrentamientos, en las luchas por el poder- ¿,esta confrontación de los partidos enfrentados en la elección presidencial, no significaba un derrumbe del ideal de concordia y al propio tiempo, iniciaba, otra vez, al combate político entre los partidos ?
Nada más honroso para la memoria de Valencia, que recordar apartes del histórico discurso pronunciado por Alberto Lleras Camargo, en la proclamación de Valencia, que tuvo lugar en la residencia del doctor Eduardo Zuleta Ángel, en Bogotá, el 12 de abril de 1957.
Oigamos a Alberto Lleras: “…Por eso hoy, cuando todos ustedes esperan ansiosos oír la voz de quien es desde el 8 de abril el jefe consagrado para el honor y resuelto al sacrificio, yo sólo tengo que decir que mi partido deposita su fe en Guillermo León Valencia, como lo hizo en 1917, en su padre….. Aquí está con nosotros, y para nosotros, un ciudadano que lleva más de veinte años de vida pública, que ha tenido en sus manos más poder o influencia que la mayor parte de nosotros, y que sin embargo, está más pobre hoy que lo que fue el primer día de su advenimiento a la acción política…. Pero, además, la vida de Guillermo León Valencia es de una transparencia absoluta, y su rectitud no tiene sombras. Es, por otra parte, un ejemplo de lo que debe ser un político colombiano, respetuoso de todas las leyes e instituciones creadas en más de un siglo de esfuerzos por la inteligencia de nuestros grandes compatriotas….. El liberalismo le ofrece una cooperación sin otro límite que el fiel cumplimiento de la palabra que ha empeñado en ese documento histórico del 20 de marzo……” Hasta aquí las palabras de Alberto Lleras.
¿Habría germinado la semilla de la concordia nacional si los dos caudillos del entendimiento bipartidista, Lleras Camargo y Valencia se enfrentaban como gladiadores llamados a partir el sol en la arena democrática?
¿Esa lucha épica de titanes que enfrentaba nuevamente a los partidos por el poder no habría enardecido los ánimos populares y fracturado la plataforma del Frente Nacional fundada sobre el honor de los partidos comprometido en la firma de los grandes acuerdos nacionales suscritos en el año de 1957?
Si Valencia hubiese actuado de manera diferente, podríamos preguntar: ¿la joven y bella cabeza coronada con el laurel de la paz que representaba el Frente Nacional podría haber sido cercenada por un doble mandoble de sectarismo y retaliación?
Con su histórica decisión de retirar su candidatura presidencial en el año 1958, Valencia aseguró la concordia y la paz de la nación. Fue un instante estelar de su existencia y un momento único de la democracia por su imponente sencillez.
Ni la ingratitud, ni la tergiversación, ni el tiempo, podrán borrar de los anales de la historia ésta gloriosa gesta de Valencia mientras en Colombia aliente la moral y la verdad presida la marcha de nuestra democracia.
Hago estos comentarios obligado por la densa tiniebla con que se ha pretendido ocultar y desfigurar la verdad y crear un ambiente turbio, como si se tratase de un mezquino propósito deliberado y falaz, para opacar el brillo, el carácter y el valor de las trascendentales decisiones políticas de Valencia, recio y noble caudillo, quien conquistó el corazón del pueblo en aquellas luchas más con el espíritu de generosidad de sus decisiones políticas en horas críticas que con sus propias acciones heroicas.
Por todo ello, aunque los círculos del resentimiento y la envidia, quisieron borrar su nombre de las páginas del futuro, cuatro años después, en el año de 1962, el conservatismo y el liberalismo se reencontraron en estrecho abrazo de reconciliación alrededor del nombre de Valencia, quien, otra vez y por segunda ocasión, es proclamado como candidato nacional de los dos partidos para el periodo 1962-1966, cuando fue elegido Presidente de Colombia, con 1.636.081 votos, es decir, con el 62% de la votación. Los candidatos opuestos a Valencia tuvieron la siguiente votación: Jorge Leiva: 308.992 votos; General Gustavo Rojas Pinilla: 54.557 votos; Alfonso López Michelsen: (candidato inconstitucional): 624.863 votos.
Como Presidente de Colombia, cumplió con regidez “milimétrica” la letra y el espíritu de la Constitución, que consagraba los gobiernos ejercidos conjuntamente por los partidos, en forma paritaria y un programa común. Valencia, el día de su posesión, conmocionó el escenario político de la nación y produjo un hecho fundamental en la historia del Frente Nacional: nombró su gabinete ministerial dando representación a los dos partidos históricos, pero respetando las realidades internas de cada una de las colectividades. Valencia congregó en su gobierno al liberalismo oficialista, dirigido por Carlos Lleras Restrepo, y también, al Movimiento Revolucionario Liberal -MRL– orientado por Alfonso López Michelsen, representado en el gabinete por el Senador Juan José Turbay, figura cimera de ése grupo. es decir, a todo el partido liberal. Y con relación al conservatismo, Valencia dejó atónito al país, cuando nombró -en pié de igualdad– ministros de las dos vertientes de la época: el laureanismo y el unionismo. Este gesto de Valencia, no estaba en los cálculos ni en las conjeturas de los más avezados y conspicuos arúspices políticos. La dos implacables batallas libradas contra las candidaturas de Valencia en 1958 y luego, en 1962, ponían totalmente fuera de contexto -era un imposible- cualquier posibilidad de aproximación. Pero Valencia, como siempre, supo ser fiel a su inquebrantable espíritu de conciliación patriótica e inspirado por su lealtad y por su amor al conservatismo, ése día, en su posesión como Presidente de Colombia, el 7 de agosto de 1962, selló la unión conservadora, que posteriormente fue protocolizada y suscrita en el propio Palacio Presidencial, cuando todos los congresistas del partido, encabezados por los Jefes máximos, pusieron en las manos de Valencia un pergamino que expresaba la “gratitud incancelable “ del partido conservador colombiano al Presidente Guillermo León Valencia, por haber facilitado e impulsado la unión conservadora. Este documento histórico fue suscrito por los congresistas y el nuevo Directorio Nacional de Unión Conservadora, presidido por Mariano Ospina Pérez y Alvaro Gómez Hurtado.
Valencia, al proceder como lo hizo, revocó los antecedentes que apretaban y asfixiaban, como una tenaza, los alcances políticos de integración que consagraba el Frente Nacional, y en cambio de éstas herramientas que se oxidan y corroen , extendió sus brazos en noble y patriótico gesto de reconciliación conservadora y nacional. Fue el esplendor del Frente Nacional. Con la nación así unificada llevó a cabo una eficaz tarea de pacificación que sometió a los violentos homicidas que cruelmente cobraban una dolorosa cuota de sangre inocente al pueblo colombiano. La nación agradecida le ofreció entonces gajos de laurel cuando lo apellidaron: Presidente de la paz.
En el área social, Valencia realizó su gestión consagrada a atender las demandas populares y destinada a mejorar la vida de los sectores más pobres de la comunidad. La eliminación de la cuota inicial de las casas de habitación para la población de escasos recursos, que facilitaba su adquisición por el pueblo. La destinación del 20% del presupuesto nacional a la educación pública, como factor de redistribución de la riqueza y elemento de igualdad de oportunidades para toda la comunidad; fue la más amplia inversión en educación en la historia. La creación de la Junta Monetaria, que atribuyó a esta nueva entidad el manejo de la política monetaria que propició un desarrollo económico con mayor equidad en la reglas de juego. La garantía de un ambiente de plenas libertades para la expresión de las opiniones de los diversos grupos sociales, así como también para adelantar los debates libres de fraudes y de violencia tal y como se llevaron acabo las elecciones para Congreso y Presidente de la República en el año de 1.966. Respeto por las creencias religiosas y positiva armonía con las Jerarquías y la Iglesia Católica. Apoyo a la iniciativa privada en el proceso económico con la necesaria intervención del estado como poder regulador. Mensaje constante para estimular el entendimiento y la concordia entre los grupos sociales como el mejor medio para mantener la paz alcanzada. Decisión permanente para convertir el Estado en instrumento creador de un orden moral en el manejo del tesoro público. Prédica continua a favor del entendimiento con el Partido Liberal y las demás fuerzas políticas de la nación para asegurar el porvenir de la República. Probidad sin mancha del primer mandatario de la nación, porque Valencia actuó siempre sobre la base de su absoluta honradez personal e inmaculada conducta en la dirección de los destinos nacionales. Con su Ministro de Salud Pública, doctor José Félix Patiño, ordenó un beneficio inmenso para los pobres: las drogas genéricas, que pusieron al alcance del pueblo los remedios esenciales para el cuidado de su salud con una rebaja de más del 60% del precio. Y de igual manera procedió en todos los temas de interés para los vastos sectores de población más necesitada y marginada. Valencia luchó para mejorar la calidad de la vida de los grupos sociales populares. Honra a Valencia, que las dos grandes Centrales Obreras de Colombia, entonces, cuando fue Presidente: la UTC y la CTC, manifestaran, públicamente, que en la historia de las luchas sindicales en el país, las más grandes conquistas y avances para los trabajadores colombianos se habían logrado con el apoyo del gobierno de Valencia. Ahí están los dos discursos pronunciados por Tulio Cuevas y José Raquel Mercado, donde queda estampado éste testimonio de los más grandes líderes sindicales de Colombia. Tulio Cuevas, prestigioso líder popular, que dejó honda huella en el corazón de los trabajadores como conductor responsable, inteligente y eficaz de los trabajadores. Y José Raquel Mercado, vigoroso personero del pueblo y de la justicia social – injusta y cruelmente sacrificado por los violentos homicidas -- dedicó su vida a servir la causa de los trabajadores y fue un personero leal de las causas populares.
El homenaje del Gobierno Nacional con la edición de la estampilla de Valencia, es uno de aquellos eventos que se originan en el corazón mismo de la Patria, porque éste sello conmemorativo, por su origen altísimo, encarnado en el Señor Presidente de la República, Alvaro Uribe Vélez y en su Ministra, María del Rosario Guerra de la Espriella, nos ha hecho sentir las pulsaciones robustas del corazón de Colombia, que hoy recuerda con generosidad y reconocimiento a uno de sus grandes conductores, Guillermo León Valencia, que amó y sirvió a todo el pueblo colombiano en una lucha sin tregua durante toda su existencia.
La conmemoración centenaria del nacimiento de Valencia, recuerda un hecho natural que emana de la Divina Providencia, quien además de crearle su vida, infundió en su alma un don maravilloso que le permitió vivir y navegar en los espacios ilimitados de un grandioso ensueño de idealidad.
Dijérase que aquella alma inmensa que le dio el Creador, mostraba a Valencia como un inactual, la figura antitécnica de los tiempos que corren, cuando sólo cuentan la utilidad y la ventaja,
En un país como el nuestro de permanentes ensayos y de perpetuas mudanzas, ésta estampilla le recuerda a Colombia que Guillermo León Valencia, encarnó la fortaleza inflexible en la dirección política de Colombia, fortaleza que emanaba de la sólida unidad moral que presidió su larga vida pública.
Nadie se le anteponía en probidad pública y privada, serenidad de espíritu y amor la Patria, en imparcialidad y en justicia. La fortaleza en las luchas por sus ideales y el decoro fueron a manera de vestiduras suyas.
Esta generosa iniciativa ostenta todos los atributos de un homenaje enaltecedor a la memoria de Valencia. Quiero expresar, en nombre de los hijos y de la familia del Ex presidente Valencia, el mas emocionado testimonio de gratitud al señor Presidente de la República, a la Ministra de Comunicaciones y al Presidente de los Servicios Postales Nacionales y a todo el personal directivo, por el sumo valor que su decisión de emitir la estampilla le imprime a esta conmemoración centenaria del natalicio de Valencia. Y también queremos manifestar que nos emociona atestiguar que éste sello queda adherido en las páginas de la historia de Colombia y que además, muestra y nos trae, con la efigie de un colombiano glorioso, los ecos del himno de la vida de Valencia: colombiano, cristiano, conservador, amigo leal, personero de la concordia, orador, artífice de la paz, jefe, diplomático, esposo y padre amantísimo, candidato nacional y Presidente de Colombia.
Valencia deja ancha y honda huella como un demócrata integral y auténtico que jamás toleró que la violencia fuera una plataforma legítima para un partido o una carrera política.
El 4 de noviembre de 1971, de manera repentina, se produjo el fallecimiento del Ex presidente Valencia en la ciudad de New York. La triste noticia conmovió y enlutó a la nación colombiana y el gobierno nacional con el doctor Misael Pastrana Borrero, como Presidente de la República, presidió todos los solemnes actos que tuvieron lugar con tan dolorosa ocasión.
Los restos mortales de Colombia retornaron a Colombia en el avión presidencial y permanecieron en cámara ardiente en el recinto del Congreso de la República. Al día siguiente se realizaron los oficios fúnebres en la Catedral Primada de Colombia, y el Presidente Pastrana Borrero, llevó la palabra a nombre del pueblo colombiano en el atrio de la Catedral de Bogotá. El Presidente Pastrana Borrero pronunció una oración brillante y elocuente, exaltó la limpia trayectoria democrática de Valencia y dejó su testimonio insuperable y autorizado, exaltando la trayectoria política de Valencia; su sólido prestigio popular; la extraordinaria confianza que en él depositaron constantemente las dos grandes colectividades históricas en tantas y graves circunstancias políticas y la transparencia y honradez que sellaban todos sus compromisos con la Patria. Los restos mortales de Valencia colocados sobre una cureña, recorrieron las calles de Bogotá en medio de una conmovedora despedida del pueblo con pañuelos blancos e inolvidables manifestaciones de afecto y gratitud.
En Popayán, también se expresó el duelo colectivo con la presencia multitudinaria del pueblo caucano, tanto en las honras fúnebres oficiadas por el señor Arzobispo de Popayán, Miguel Ángel Arce Vivas, como en el sepelio que tuvo lugar en la Casa Valencia. El entierro de Valencia fue un homenaje de reconocimiento y consagración a la grandeza y probidad de su vida dedicada con desinterés y patriotismo al servicio de Colombia. El presidente Pastrana Borrero presidió los actos y en el patio de la Casa Valencia, llevaron la palabra los más eminentes voceros de los dos partidos políticos y de la nación colombiana, quienes en memorables panegíricos, cantaron a Valencia himnos para su gloria.
Los prestigiosos, respetados y acatados conductores de la nación que con su palabra iluminada dejaron plasmada la trascendencia histórica de Guillermo León Valencia fueron: Raimundo Emiliani Román, Enrique Pardo Parra, Mario Laserna Pinzón, Alvaro Gómez Hurtado, Germán Zea Hernándes, en representaciónde la Dirección Liberal Nacional y Belisario Betancur.
Que la brillante, larga e inmaculada trayectoria de Valencia al servicio de Colombia, siga simbolizando un noble ejemplo de conciliación patriótica y de concordia política, para que la libertad, la democracia, el progreso, la justicia social, el decoro y la paz continúen alcanzando una intensa plenitud gloriosa que fue el legado de su carrera pública a las futuras generaciones republicanas.
IGNACIO VALENCIA LÓPEZ
Bogotá, 10 de mayo de 2009
El señor Presidente de la República, doctor Alvaro Uribe Vélez, la Ministra de Comunicaciones, doctora María del Rosario Guerra de La Espriella, el Presidente de los Servicios Postales Nacionales, doctor Juan Ernesto Vargas Uribe, con la honrosa decisión de editar una estampilla conmemorativa con la efigie de Guillermo León Valencia, han querido honrar la memoria del Ex presidente de Colombia, con ocasión de la primera conmemoración centenaria de su natalicio. Y cuando se evoca el nombre de Valencia, al propio tiempo, se exalta y enaltece, en grado sumo, a quien fue todo abnegación, sacrificio, valor, lealtad y honradez, y pone de presente la ejemplarizante parábola vital de Valencia y su inquebrantable compromiso de servicio al pueblo colombiano sin distingos de raza, clase o credo.
La personalidad de Valencia tiene su raíz en la severa disciplina y la probidad diamantina que le inculcó su padre, el Maestro Guillermo Valencia. Aquel hogar cristiano y sencillo, conformado por el Maestro Valencia y su esposa Josefina Muñoz, le enseñó a vivir dentro de un severo marco de valores morales, en un ambiente de virtudes, trabajo exigente y alegrías, de afecto y honor, que en su casa abundaban en permanente florescencia. Valencia lee, estudia y aprende, movido por un espíritu inquieto con ansias de saber. Perora en las plazas públicas, escribe en su periódico de provincia, “Claridad”, propone, debate, incrimina y señala objetivos y propósitos al servicio de Colombia. Esta etapa se releva cuando el jefe del conservatismo, doctor Laureano Gómez, lo postula como Diputado a la Asamblea de Cundinamarca por la provincia del Guavio y es elegido. Esta tribuna le permite congregar y recoger muchos partidarios y amigos; muéstrese elocuente y brillante; se apercibe en la Asamblea de Cundinamarca al gran parlamentario que colmaría etapas muy gloriosas en el acontecer nacional y en las fuertes batallas de oposición en que se encontraba comprometida su colectividad conservadora.
El pueblo lo elige Senador de la República por el Departamento del Cauca. Aquí, en éste recinto del Senado, conoció el complicado laberinto de la impredecible acción política y la complejidad de la tarea parlamentaria; comprende y asimila la inmensa tarea que las dos grandes fuerzas políticas de la nación- el conservatismo y el liberalismo- han llevado a cabo para que, paso a paso, fluyera una síntesis fecunda de armonía como resultado final del esfuerzo de las dos colectividades para plasmar y dirigir el destino común de nuestra Patria.
Conquista luego las más altas dignidades en la dirección política de su partido y con sus brillantes colegas del Directorio Nacional Conservador, estudia y propone fórmulas de solución para enfrentar los grandes problemas de la sociedad y del Estado: las aspiraciones de las regiones, el estímulo del empleo y la relación entre sus dos grandes componentes: el capital y el trabajo, la protección del medio físico. En fin, aboga por unas fórmulas de conciliación ajenas al predominio grupista y sectario que divide, debilita y finalmente destruye los caminos del progreso y de la confraternidad entre los grupos sociales.
Valencia se movía en la política nacional conforme a este pensamiento y supo ser coherente entre el discurso y su acción real. Por estas razones, ocupó puesto de dirección, mando y prestigio en la vanguardia combatiente del conservatismo y, al propio tiempo, se ganó y mereció el mas cálido respeto del adversario político, pues el liberalismo colombiano siempre reconoció en Valencia, con especial e histórico gesto, su probidad diamantina y su trayectoria democrática totalmente ajena al sectarismo, a los odios excluyentes y estériles y a la violencia. Dedicó su vida a la consolidación de la democracia, la defensa de la libertad y promovió siempre los acuerdos patrióticos entre los partidos y los grupos sociales. De allí, su resolución de ir hasta el sacrificio en la hazañosa empresa de restauración de la libertad y de las instituciones republicanas en el año de 1957.
Su figura fue el símbolo del pueblo colombiano en la gran batalla por la restauración de la libertad, el imperio de la democracia y la vigencia de las instituciones republicanas. Su compromiso con los ideales de concordia y reconstrucción de la democracia hicieron de él uno de los creadores del Frente Nacional, que ha sido la más grande rectificación histórica del rumbo de la nación. Colombia se decidió por una política de entendimiento, conciliación y gobierno conjunto de los partidos históricos. Como candidato nacional a la Presidencia, para el período 1.958-1.962, se comprometió en una lucha sin cuartel que culminó el 10 de mayo de 1.957 con el derrocamiento de la dictadura. Servidor devoto de la democracia, se desempeño como diputado a la Asamblea de Cundinamarca; Senador de la República, por el Departamento del Cauca; Presidente del Directorio Nacional Conservador en la campaña por la reconquista del poder que culminó con la elección de Mariano Ospina Pérez como Presidente de la República; Constituyente en la Asamblea Nacional convocada en el gobierno del doctor Laureano Gómez; Senador de la República por el Departamento de Antioquia; Embajador ante las Naciones Unidas; Embajador de Colombia en España en dos oportunidades; diversos gobiernos le ofrecieron varios Ministerios, que no aceptó; Candidato Nacional a la Presidencia de la República en dos ocasiones y Presidente de la República.
Ni amenazas ni prisiones doblegaron su heroica voluntad de lucha como candidato presidencial del Frente Nacional para el período 1958–1962, al frente de una política de conciliación nacional pactada por el conservatismo y el liberalismo contra el imperio del gobierno de círculo, excluyente y despótico.
Valencia como candidato del Frente Nacional pronuncia la arenga y da la batalla y en ésa lucha, el choque de las espadas le dio temple de acero a su pensar. Y su compromiso de honor con la Patria alcanzó una fecunda expansión radioactiva que encendió un fuego primordial que iluminaba su verbo poderoso y que prendió la voluntad de rebeldía y lucha del pueblo colombiano. La juventud universitaria derramó generosamente la sangre preciosa de sus mártires y los gremios, el pueblo, la nación entera, se movilizaron en masa detrás del carácter y el valor que simbolizó la heróica y decisoria acción de Valencia en aquellas horas aciagas. Esta batalla restauró la libertad. No se disparó ni un solo tiro. Así nació la segunda República el 10 de mayo de 1957.
La historia recogerá en toda su grandeza la hazañosa empresa llevada a cabo por los dos partidos históricos. Colombia rechazó los trágicos errores del pasado. Pero quiso el destino que así como la acción temeraria de Valencia al frente del pueblo se transformase en aquel movimiento victorioso del 10 de mayo de 1957, al propio tiempo, su esfuerzo y su heroísmo rindieran solamente frutos de ingratitud para el candidato nacional, cuando fue sustituido faltando pocos días para las elecciones presidenciales. El león cayó herido. Y fue entonces cuando Valencia aquilató su condición de caudillo noble, de convicciones irreductibles en torno al ideal de concordia nacional. Valencia transformó el sacrificio de su propia candidatura presidencial en un nuevo y decisivo signo de reconciliación nacional al anunciar y luego votar, estampando su firma en la papeleta, por su ilustre compañero de luchas, el doctor Alberto Lleras Camargo, jefe del partido liberal.
Se debe meditar con serena objetividad sobre ésta histórica decisión política. Valencia pudo mantener su propia candidatura presidencial para el período 1958-1962, que fue solemnemente proclamada por los dos partidos en instantes cruciales de la vida colombiana. Valencia ostentaba un título indiscutible como candidato nacional a la Presidencia de la República. Y participar en el debate presidencial del año 1958, era una decisión que dependía de su propia voluntad. ¿Acaso nos hemos detenido alguna vez a pensar acerca de la manera como se habría desarrollado un debate que hubiese enfrentado a Alberto Lleras Camargo, candidato presidencial y jefe único del partido liberal con la candidatura de Valencia, reconocido jefe conservador, quien a su vez y previamente, había sido proclamado como candidato del Frente Nacional por Lleras Camargo a nombre del liberalismo y también, por el Directorio Nacional Conservador?
El Frente Nacional propugnaba por un gobierno bipartidista, paritario y con programa común –como fórmula patriótica de eliminar el sectarismo, la violencia y los enfrentamientos, en las luchas por el poder- ¿,esta confrontación de los partidos enfrentados en la elección presidencial, no significaba un derrumbe del ideal de concordia y al propio tiempo, iniciaba, otra vez, al combate político entre los partidos ?
Nada más honroso para la memoria de Valencia, que recordar apartes del histórico discurso pronunciado por Alberto Lleras Camargo, en la proclamación de Valencia, que tuvo lugar en la residencia del doctor Eduardo Zuleta Ángel, en Bogotá, el 12 de abril de 1957.
Oigamos a Alberto Lleras: “…Por eso hoy, cuando todos ustedes esperan ansiosos oír la voz de quien es desde el 8 de abril el jefe consagrado para el honor y resuelto al sacrificio, yo sólo tengo que decir que mi partido deposita su fe en Guillermo León Valencia, como lo hizo en 1917, en su padre….. Aquí está con nosotros, y para nosotros, un ciudadano que lleva más de veinte años de vida pública, que ha tenido en sus manos más poder o influencia que la mayor parte de nosotros, y que sin embargo, está más pobre hoy que lo que fue el primer día de su advenimiento a la acción política…. Pero, además, la vida de Guillermo León Valencia es de una transparencia absoluta, y su rectitud no tiene sombras. Es, por otra parte, un ejemplo de lo que debe ser un político colombiano, respetuoso de todas las leyes e instituciones creadas en más de un siglo de esfuerzos por la inteligencia de nuestros grandes compatriotas….. El liberalismo le ofrece una cooperación sin otro límite que el fiel cumplimiento de la palabra que ha empeñado en ese documento histórico del 20 de marzo……” Hasta aquí las palabras de Alberto Lleras.
¿Habría germinado la semilla de la concordia nacional si los dos caudillos del entendimiento bipartidista, Lleras Camargo y Valencia se enfrentaban como gladiadores llamados a partir el sol en la arena democrática?
¿Esa lucha épica de titanes que enfrentaba nuevamente a los partidos por el poder no habría enardecido los ánimos populares y fracturado la plataforma del Frente Nacional fundada sobre el honor de los partidos comprometido en la firma de los grandes acuerdos nacionales suscritos en el año de 1957?
Si Valencia hubiese actuado de manera diferente, podríamos preguntar: ¿la joven y bella cabeza coronada con el laurel de la paz que representaba el Frente Nacional podría haber sido cercenada por un doble mandoble de sectarismo y retaliación?
Con su histórica decisión de retirar su candidatura presidencial en el año 1958, Valencia aseguró la concordia y la paz de la nación. Fue un instante estelar de su existencia y un momento único de la democracia por su imponente sencillez.
Ni la ingratitud, ni la tergiversación, ni el tiempo, podrán borrar de los anales de la historia ésta gloriosa gesta de Valencia mientras en Colombia aliente la moral y la verdad presida la marcha de nuestra democracia.
Hago estos comentarios obligado por la densa tiniebla con que se ha pretendido ocultar y desfigurar la verdad y crear un ambiente turbio, como si se tratase de un mezquino propósito deliberado y falaz, para opacar el brillo, el carácter y el valor de las trascendentales decisiones políticas de Valencia, recio y noble caudillo, quien conquistó el corazón del pueblo en aquellas luchas más con el espíritu de generosidad de sus decisiones políticas en horas críticas que con sus propias acciones heroicas.
Por todo ello, aunque los círculos del resentimiento y la envidia, quisieron borrar su nombre de las páginas del futuro, cuatro años después, en el año de 1962, el conservatismo y el liberalismo se reencontraron en estrecho abrazo de reconciliación alrededor del nombre de Valencia, quien, otra vez y por segunda ocasión, es proclamado como candidato nacional de los dos partidos para el periodo 1962-1966, cuando fue elegido Presidente de Colombia, con 1.636.081 votos, es decir, con el 62% de la votación. Los candidatos opuestos a Valencia tuvieron la siguiente votación: Jorge Leiva: 308.992 votos; General Gustavo Rojas Pinilla: 54.557 votos; Alfonso López Michelsen: (candidato inconstitucional): 624.863 votos.
Como Presidente de Colombia, cumplió con regidez “milimétrica” la letra y el espíritu de la Constitución, que consagraba los gobiernos ejercidos conjuntamente por los partidos, en forma paritaria y un programa común. Valencia, el día de su posesión, conmocionó el escenario político de la nación y produjo un hecho fundamental en la historia del Frente Nacional: nombró su gabinete ministerial dando representación a los dos partidos históricos, pero respetando las realidades internas de cada una de las colectividades. Valencia congregó en su gobierno al liberalismo oficialista, dirigido por Carlos Lleras Restrepo, y también, al Movimiento Revolucionario Liberal -MRL– orientado por Alfonso López Michelsen, representado en el gabinete por el Senador Juan José Turbay, figura cimera de ése grupo. es decir, a todo el partido liberal. Y con relación al conservatismo, Valencia dejó atónito al país, cuando nombró -en pié de igualdad– ministros de las dos vertientes de la época: el laureanismo y el unionismo. Este gesto de Valencia, no estaba en los cálculos ni en las conjeturas de los más avezados y conspicuos arúspices políticos. La dos implacables batallas libradas contra las candidaturas de Valencia en 1958 y luego, en 1962, ponían totalmente fuera de contexto -era un imposible- cualquier posibilidad de aproximación. Pero Valencia, como siempre, supo ser fiel a su inquebrantable espíritu de conciliación patriótica e inspirado por su lealtad y por su amor al conservatismo, ése día, en su posesión como Presidente de Colombia, el 7 de agosto de 1962, selló la unión conservadora, que posteriormente fue protocolizada y suscrita en el propio Palacio Presidencial, cuando todos los congresistas del partido, encabezados por los Jefes máximos, pusieron en las manos de Valencia un pergamino que expresaba la “gratitud incancelable “ del partido conservador colombiano al Presidente Guillermo León Valencia, por haber facilitado e impulsado la unión conservadora. Este documento histórico fue suscrito por los congresistas y el nuevo Directorio Nacional de Unión Conservadora, presidido por Mariano Ospina Pérez y Alvaro Gómez Hurtado.
Valencia, al proceder como lo hizo, revocó los antecedentes que apretaban y asfixiaban, como una tenaza, los alcances políticos de integración que consagraba el Frente Nacional, y en cambio de éstas herramientas que se oxidan y corroen , extendió sus brazos en noble y patriótico gesto de reconciliación conservadora y nacional. Fue el esplendor del Frente Nacional. Con la nación así unificada llevó a cabo una eficaz tarea de pacificación que sometió a los violentos homicidas que cruelmente cobraban una dolorosa cuota de sangre inocente al pueblo colombiano. La nación agradecida le ofreció entonces gajos de laurel cuando lo apellidaron: Presidente de la paz.
En el área social, Valencia realizó su gestión consagrada a atender las demandas populares y destinada a mejorar la vida de los sectores más pobres de la comunidad. La eliminación de la cuota inicial de las casas de habitación para la población de escasos recursos, que facilitaba su adquisición por el pueblo. La destinación del 20% del presupuesto nacional a la educación pública, como factor de redistribución de la riqueza y elemento de igualdad de oportunidades para toda la comunidad; fue la más amplia inversión en educación en la historia. La creación de la Junta Monetaria, que atribuyó a esta nueva entidad el manejo de la política monetaria que propició un desarrollo económico con mayor equidad en la reglas de juego. La garantía de un ambiente de plenas libertades para la expresión de las opiniones de los diversos grupos sociales, así como también para adelantar los debates libres de fraudes y de violencia tal y como se llevaron acabo las elecciones para Congreso y Presidente de la República en el año de 1.966. Respeto por las creencias religiosas y positiva armonía con las Jerarquías y la Iglesia Católica. Apoyo a la iniciativa privada en el proceso económico con la necesaria intervención del estado como poder regulador. Mensaje constante para estimular el entendimiento y la concordia entre los grupos sociales como el mejor medio para mantener la paz alcanzada. Decisión permanente para convertir el Estado en instrumento creador de un orden moral en el manejo del tesoro público. Prédica continua a favor del entendimiento con el Partido Liberal y las demás fuerzas políticas de la nación para asegurar el porvenir de la República. Probidad sin mancha del primer mandatario de la nación, porque Valencia actuó siempre sobre la base de su absoluta honradez personal e inmaculada conducta en la dirección de los destinos nacionales. Con su Ministro de Salud Pública, doctor José Félix Patiño, ordenó un beneficio inmenso para los pobres: las drogas genéricas, que pusieron al alcance del pueblo los remedios esenciales para el cuidado de su salud con una rebaja de más del 60% del precio. Y de igual manera procedió en todos los temas de interés para los vastos sectores de población más necesitada y marginada. Valencia luchó para mejorar la calidad de la vida de los grupos sociales populares. Honra a Valencia, que las dos grandes Centrales Obreras de Colombia, entonces, cuando fue Presidente: la UTC y la CTC, manifestaran, públicamente, que en la historia de las luchas sindicales en el país, las más grandes conquistas y avances para los trabajadores colombianos se habían logrado con el apoyo del gobierno de Valencia. Ahí están los dos discursos pronunciados por Tulio Cuevas y José Raquel Mercado, donde queda estampado éste testimonio de los más grandes líderes sindicales de Colombia. Tulio Cuevas, prestigioso líder popular, que dejó honda huella en el corazón de los trabajadores como conductor responsable, inteligente y eficaz de los trabajadores. Y José Raquel Mercado, vigoroso personero del pueblo y de la justicia social – injusta y cruelmente sacrificado por los violentos homicidas -- dedicó su vida a servir la causa de los trabajadores y fue un personero leal de las causas populares.
El homenaje del Gobierno Nacional con la edición de la estampilla de Valencia, es uno de aquellos eventos que se originan en el corazón mismo de la Patria, porque éste sello conmemorativo, por su origen altísimo, encarnado en el Señor Presidente de la República, Alvaro Uribe Vélez y en su Ministra, María del Rosario Guerra de la Espriella, nos ha hecho sentir las pulsaciones robustas del corazón de Colombia, que hoy recuerda con generosidad y reconocimiento a uno de sus grandes conductores, Guillermo León Valencia, que amó y sirvió a todo el pueblo colombiano en una lucha sin tregua durante toda su existencia.
La conmemoración centenaria del nacimiento de Valencia, recuerda un hecho natural que emana de la Divina Providencia, quien además de crearle su vida, infundió en su alma un don maravilloso que le permitió vivir y navegar en los espacios ilimitados de un grandioso ensueño de idealidad.
Dijérase que aquella alma inmensa que le dio el Creador, mostraba a Valencia como un inactual, la figura antitécnica de los tiempos que corren, cuando sólo cuentan la utilidad y la ventaja,
En un país como el nuestro de permanentes ensayos y de perpetuas mudanzas, ésta estampilla le recuerda a Colombia que Guillermo León Valencia, encarnó la fortaleza inflexible en la dirección política de Colombia, fortaleza que emanaba de la sólida unidad moral que presidió su larga vida pública.
Nadie se le anteponía en probidad pública y privada, serenidad de espíritu y amor la Patria, en imparcialidad y en justicia. La fortaleza en las luchas por sus ideales y el decoro fueron a manera de vestiduras suyas.
Esta generosa iniciativa ostenta todos los atributos de un homenaje enaltecedor a la memoria de Valencia. Quiero expresar, en nombre de los hijos y de la familia del Ex presidente Valencia, el mas emocionado testimonio de gratitud al señor Presidente de la República, a la Ministra de Comunicaciones y al Presidente de los Servicios Postales Nacionales y a todo el personal directivo, por el sumo valor que su decisión de emitir la estampilla le imprime a esta conmemoración centenaria del natalicio de Valencia. Y también queremos manifestar que nos emociona atestiguar que éste sello queda adherido en las páginas de la historia de Colombia y que además, muestra y nos trae, con la efigie de un colombiano glorioso, los ecos del himno de la vida de Valencia: colombiano, cristiano, conservador, amigo leal, personero de la concordia, orador, artífice de la paz, jefe, diplomático, esposo y padre amantísimo, candidato nacional y Presidente de Colombia.
Valencia deja ancha y honda huella como un demócrata integral y auténtico que jamás toleró que la violencia fuera una plataforma legítima para un partido o una carrera política.
El 4 de noviembre de 1971, de manera repentina, se produjo el fallecimiento del Ex presidente Valencia en la ciudad de New York. La triste noticia conmovió y enlutó a la nación colombiana y el gobierno nacional con el doctor Misael Pastrana Borrero, como Presidente de la República, presidió todos los solemnes actos que tuvieron lugar con tan dolorosa ocasión.
Los restos mortales de Colombia retornaron a Colombia en el avión presidencial y permanecieron en cámara ardiente en el recinto del Congreso de la República. Al día siguiente se realizaron los oficios fúnebres en la Catedral Primada de Colombia, y el Presidente Pastrana Borrero, llevó la palabra a nombre del pueblo colombiano en el atrio de la Catedral de Bogotá. El Presidente Pastrana Borrero pronunció una oración brillante y elocuente, exaltó la limpia trayectoria democrática de Valencia y dejó su testimonio insuperable y autorizado, exaltando la trayectoria política de Valencia; su sólido prestigio popular; la extraordinaria confianza que en él depositaron constantemente las dos grandes colectividades históricas en tantas y graves circunstancias políticas y la transparencia y honradez que sellaban todos sus compromisos con la Patria. Los restos mortales de Valencia colocados sobre una cureña, recorrieron las calles de Bogotá en medio de una conmovedora despedida del pueblo con pañuelos blancos e inolvidables manifestaciones de afecto y gratitud.
En Popayán, también se expresó el duelo colectivo con la presencia multitudinaria del pueblo caucano, tanto en las honras fúnebres oficiadas por el señor Arzobispo de Popayán, Miguel Ángel Arce Vivas, como en el sepelio que tuvo lugar en la Casa Valencia. El entierro de Valencia fue un homenaje de reconocimiento y consagración a la grandeza y probidad de su vida dedicada con desinterés y patriotismo al servicio de Colombia. El presidente Pastrana Borrero presidió los actos y en el patio de la Casa Valencia, llevaron la palabra los más eminentes voceros de los dos partidos políticos y de la nación colombiana, quienes en memorables panegíricos, cantaron a Valencia himnos para su gloria.
Los prestigiosos, respetados y acatados conductores de la nación que con su palabra iluminada dejaron plasmada la trascendencia histórica de Guillermo León Valencia fueron: Raimundo Emiliani Román, Enrique Pardo Parra, Mario Laserna Pinzón, Alvaro Gómez Hurtado, Germán Zea Hernándes, en representaciónde la Dirección Liberal Nacional y Belisario Betancur.
Que la brillante, larga e inmaculada trayectoria de Valencia al servicio de Colombia, siga simbolizando un noble ejemplo de conciliación patriótica y de concordia política, para que la libertad, la democracia, el progreso, la justicia social, el decoro y la paz continúen alcanzando una intensa plenitud gloriosa que fue el legado de su carrera pública a las futuras generaciones republicanas.
IGNACIO VALENCIA LÓPEZ
Bogotá, 10 de mayo de 2009
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