Como candidato de los partidos políticos, tengo el placer de informarle al gobierno que hemos llegado al más elevado y patriótico acuerdo para restaurar el imperio de las instituciones nacionales con una plataforma común de aspiraciones patrióticas y con un solo candidato por el cual habrán de sufragar lealmente ambos partidos.

Así pues, nosotros hemos cumplido; esperamos que el gobierno también habrá de cumplir su palabra a elecciones populares limpias de fraude y libres de violencia para elegir el próximo Presidente de la República. El gobierno nos ha dicho con Herrera: “La patria por encima de los partidos”. Nosotros le decimos: De acuerdo; pero agregamos: La patria por encima de los negocios.

Réstame solo significar a ustedes que la confianza con que me han honrado será correspondida hasta con el sacrificio de la propia vida si fuera necesario, y que obligará perennemente mi gratitud.

Las dificultades de comunicación y de expresión a que nos ha sometido el gobierno, especialmente en estos últimos días, me impiden desarrollar ampliamente ante ustedes mi pensamiento político, que por otra parte ya esta expresado en el manifiesto conjunto del 20 de marzo pasado, que tuve el honor de suscribir como presidente del Directorio Nacional Conservador, pero espero, además, poder hacerlo muy pronto para ofrecerle al país, un programa que colme sus anhelos de libertad y de justicia en Colombia.

Servidor y amigo,


GUILLERMO LEON VALENCIA


lunes, 14 de febrero de 2011

La primera candidatura de Valencia: lucha y grandeza

Por: Paloma Valencia-Laserna

Celebramos el centenario de nacimiento de Guillermo León Valencia, quien no sólo fue el “Presidente de la Paz” sino y sobretodo, un gran defensor de la democracia, un abanderado de la concordia nacional y un gran patriota. Este texto pretende ilustrar la batalla que dio Valencia contra la dictadura como candidato nacional a la presidencia de la republica, y como al renunciar a su candidatura por la sustitución de ultima hora probó que es posible deponer el interés individual al servicio del bienestar de la patria y la democracia.

La caída de Laureano Gómez y el establecimiento del General Rojas Pinilla como Presidente.

Ante la necesidad de crear un nuevo ambiente de convivencia frente a la difícil situación que enfrentaba el Gobierno de Laureano Gómez a principios de 1953, Guillermo León Valencia, que venía de desempeñarse como embajador en España, fue designado Ministro de Relaciones Exteriores. Otras personas de gran prestigio y liderazgo nacional como Rafael Azuero fueron invitadas a participar en el Gobierno con miras a conjurar la crisis, pero la solución fue tardía.

Cuando Valencia hacía su escala de unos días en la ciudad de Nueva York en su viaje Madrid- Bogotá, fue sorprendido con la noticia del golpe militar que diera el entonces Comandante General de las Fuerzas Militares, General Gustavo Rojas Pinilla. Valencia se reunió con el Dr. Gómez a su llegada a Nueva York, primer tramo de su viaje al exilio hacia Madrid. Los términos del encuentro no se conocen. Días después Valencia viajó a Colombia. A su regreso entró en contacto con las personalidades más destacadas de partido conservador, el ex presidente Mariano Ospina Pérez, Gilberto Alzate Avendaño, y con otros jefes de esa colectividad. Tuvo conocimiento entonces que el derrocamiento del Dr. Gómez había contado con el respaldo de sectores muy importantes del conservatismo que aún apoyaban al General Rojas Pinilla. El movimiento que derrocó al gran Laureano Gómez tuvo origen conservador. Vale la pena meditar sobre el hecho objetivo de que uno de los hombres más prestigiosos del conservatismo fue depuesto del poder sin que se hiciera un solo tiro, sin que hubiera manifestaciones populares contra el golpe, sin que se alzaran voces de protesta en la República. La Asamblea Nacional Constituyente, que había sido elegida, precisamente, durante el gobierno del Dr. Gómez para tramitar una reforma constitucional, cinco días después del golpe y mediante el Acto Legislativo No.1 del 18 de junio de 1953 nombró a Rojas Pinilla Presidente de la República por el resto del periodo constitucional que finalizaba el 7 de agosto de 1954. Estos sucesos señalan el ambiente de respaldo con el que contaba Rojas Pinilla en ese momento, a pesar de lo cual Valencia, de hondas convicciones democráticas, tenía muchas reservas sobre el quebrantamiento de las instituciones derivado de las acciones militares.

El prestigio de nuevo gobierno trascendía al Partido. También el Partido Liberal realizaba manifestaciones apoteósicas de respaldo a Rojas Pinilla. Miles de liberales entusiastas celebraban en las calles de Bogotá el derrocamiento del Dr. Gómez y el nuevo poder de Rojas Pinilla. Si el Partido Conservador se alejaba de Rojas Pinilla, el Partido Liberal con su abrumador respaldo de su masa estaba en la disposición de convertirse en el personero político ese gobierno que se iniciaba, destruyendo el esfuerzo que supuso romper la hegemonía liberal.
Valencia vio la necesidad de darle una salida institucional a la crisis, que preservara –dadas esas condiciones de hecho- un tenor democrático y republicano. Ante la inatajable e inminente elección de Rojas Pinilla para el siguiente periodo constitucional 1954-1958 por la Asamblea Nacional Constituyente, Valencia insistió y optó por el mal menor que representaba la garantía ofrecida por Rojas Pinilla a la Nación en el sentido de que convocaría elecciones directas para restaurar la vigencia de la democracia, una vez se cumpliera el período. Así se hizo.

La permanencia del General Rojas Pinilla en el poder

Cuando el final del periodo de Rojas Pinilla se acercaba el General Rojas traicionó su compromiso y mostró sus intensiones de permanecer en el poder. Se trataba pues de perpetuar una figura atípica en un gobierno republicano y el sepelio de la libertad, las instituciones y la democracia. En estas difíciles circunstancias, las fuerzas de la Nación se conjugaron y escogieron de entre su prole dos hombres para enfrentar la debacle: Lleras y Valencia.

El sello de una alianza para la reconquista de la democracia y las libertades públicas se dio durante año 1956 en el acto en el que la Universidad del Cauca le confirió el grado “Honoris Causa” en Derecho y Ciencias Políticas y Sociales a Valencia; y el ex presidente Alberto Lleras Camargo, Director único del Partido Liberal, al concurrió al evento. Valencia con su poderosa oratoria entonó un discurso magistral sobre la imperiosa necesidad Estado de Derecho y pronunció una vigorosa defensa de la libertad, la democracia y de los partidos políticos reclamando el derecho del pueblo a elegir libremente al Presidente de la República, en un debate electoral libre de fraude y de violencia. Era claro, el poder debe ser de origen democrático, los mandatos se inflaman de legitimidad a través de voto popular. Este fue el primer acto de unión nacional entre los partidos en defensa de las instituciones, cuya fuerza política derrocaría la dictadura y daría lugar al Frente Nacional, usando sólo la palabra, la voluntad, el coraje; pero, nunca, la violencia. La figura de Valencia se consagró como la cabeza conservadora de ese gran movimiento.

Valencia, de la más intima esencia conservadora, inició una lucha sin tregua contra la dictadura del General Rojas Pinilla, quien era aceptado por las masas conservadoras como copartidario. . Lo hizo inspirado por su onda creencia en la democracia y en el ejercicio con claridad diamantina de servicio público. No se trataba de ni de conflictos ni de alianzas partidistas, sino de valores superiores: aquellos que se refieren a la esencia misma de las instituciones, al deber ser del Estado, y a la ventura de la patria.

El General Rojas Pinilla mantenía su cargo bajó la justificación de que durante el ejercicio de su mandato, la violencia política había cedido, lo que era cierto. Era necesario, según los seguidores del régimen, perpetuar la presencia de Rojas Pinilla para evitar nuevos y sangrientos enfrentamientos entre los partidos. En realidad, la idea de que los partidos cesaran su violencia fratricida era impensable entonces, pues se utilizaba la violencia como mecanismo de confrontación política.

La mecánica de Rojas para lograr sus pretensiones consistió en incluir nuevos miembros adictos a él en la Asamblea Nacional Constituyente para garantizar las mayorías para su pretendida reelección. El ex presidente Ospina Pérez quien había ejercido la Dirección de esa Corporación, ante semejante abuso elevo su renuncia como una poderosa voz de protesta contra el quebrantamiento de institucionalidad; a pesar de ello, nutrida por incondicionales de Rojas, la Corporación Constituyente lo reeligiría para el periodo 1958-1962.

El 10 de mayo de 1957

El contexto político colombiano, como lo hemos dicho, era polarizado y violento; un acuerdo entre los partidos era difícil, requería de unos líderes muy especiales con respaldo popular inmenso. Valencia y Lleras fueron llamados por la historia para provocar en torno a la causa democrática un sentimiento de respaldo nacional, que dejaría a Rojas Pinilla solo.

Colombia, infortunadamente, tiene una larga tradición de violencia política. Nuestra historia está plagada de ejemplos: lideres políticos que incitan a la violencia, que usan su poderosa voz sobre la masa para agitar y destruir, su investidura social para agredir a los que se oponen, su recia mano para incitar a su destrucción. Más aún, Colombia ha premiado con cargos de dirección a aquellos que se han manchado con sangre. Una triste práctica que ha deformado la democracia. Terminar estos ciclos no es una tarea fácil. El ejercicio violento de la política tiende a reproducirse, a generar rencores que individualmente justifican nuevos actos de violencia, en una cadena infinita. Al mismo tiempo, genera un incentivo perverso en la sociedad que reconoce en la violencia un camino. Detenerse, cambiar, reconstruir nunca es fácil. La inercia social es casi imparable; se requiere liderazgo, voluntad y acuerdos.

El pacto del 20 de marzo de 1957, el Manifiesto Conjunto de los Partidos suscrito entre los partidos conservador y liberal, establece las bases fundamentales del acuerdo y determinó el nuevo rumbo de la política colombiana, basado en la concordia y el entendimiento. Los partidos hicieron un acuerdo para recupéralas: Este era el contexto que dio lugar al Frente Nacional, la voluntad de cambio:
“Queremos decirle a la Nación que en contraste con la solución de fuerza que se trata de imponerle, las dos grandes colectividades históricas tiene una que ha sido de tiempo atrás aspiración de los patriotas. Esa solución es la del leal entendimiento y conjunción de los dos partidos tradicionales para presentar una cívica resistencia a la destrucción sistemática del patrimonio moral, institucional y jurídico de Colombia. Es la de recomendar a todos los liberales y conservadores que se unan en un esfuerzo común para la restauración institucional, sin la cual es imposible que se realice el juego libre de la democracia... es también la de comprometerse a crear un Gobierno civil que se ejerza a nombre de los dos partidos, que los represente por igual, en el cual ambos colaboren… El liberalismo ha querido prestar una contribución decisiva al pronto restablecimiento del orden institucional, aviniéndose a que el Candidato sea de filiación conservadora, con el ánimo de desatar fácilmente el conflicto por el poder que habría de alegarse para evitar la intervención del pueblo en la escogencia de sus gobernantes…. Por todas éstas razones, nosotros, no importa lo que ocurra, hemos tomado también una determinación, ella sí inmodificable, porque sólo depende de nosotros: luchar, sin pausa, para restablecer el imperio de la Constitución de Colombia.” (Subrayado fuera del texto)

El acuerdo estaba firmado por Dirección Nacional Liberal: Alberto Lleras, Eduardo Santos, Darío Echandía, Carlos Lleras Restrepo, entre otros y por el Directorio Nacional Conservador Guillermo León Valencia, Juan Uribe Cualla, Francisco de Paula Pérez, Alfredo Vásquez Carrizosa, José Maria Villarreal, José Antonio Montalvo, Eliseo Arango, Fernando Londoño y Londoño.

Una nación, unos lideres, unos partidos que comprenden la imposibilidad de una convivencia en la violencia. El enfrentamiento de los partidos por acceso al poder era la causa primera para la violencia. El Frente Nacional aparece con el contundente rechazo a la sangre sobre las banderas, con la aseveración vehemente que nada puede justificar la violencia. Los partidos cesarían sus enfrentamientos y alternarían el poder; en consecuencia, el acuerdo garantizaba que la sucesión presidencial sería, en adelante, pacifica. Más aún, el compromiso incluía partidos gobernarían conjuntamente en pie de igualdad. Este Frente Nacional: el esfuerzo más serio y consistente que ha hecho la nación por erradicar la violencia como mecanismo político.

Bajo la tesis que Alfonso López Pumarejo, según la cual el futuro gobierno conjunto ejercido en pie de igualdad por los dos partidos históricos, el partido Liberal se avino a votar por un candidato conservador en la primera elección; pues era evidente que el Partido Conservador –en el poder a través de General Rojas Pinilla- no quería perder el dominio político; y posteriormente, en 1962 se apoyaría conjuntamente un candidato liberal.

El acuerdo del 20 de marzo era un esfuerzo inaugural en nuestra patria, pero esas palabras debían pasar a hechos concretos. El partido liberal acostumbrado al enfrentamiento feroz con los conservadores difícilmente aceptaría un candidato conservador. La elección de un candidato era crucial: sin un hombre que encarnara la unificación se desvanecería como el humo aquel titánico esfuerzo.

El candidato nacional debía despertar en torno suyo la confianza para garantizar el acuerdo, tanto de los conservadores como de los liberales. Valencia, era el líder más prestigioso del conservatismo, y tenía las puertas abiertas ante los liberales, porque sus gestas políticas jamás fueron sectarias o mezquinas. Por el contrario su ideario conservador, siempre estuvo al servicio de los intereses de la patria, toda ella y sin distingos. Fue así como la Candidatura Nacional de Valencia surgió como la promisoria oportunidad de mantener la unión y rescatar la patria de la tiranía.

Candidatura

El 8 de abril de 1957 los partidos –Directorios Nacionales Conservador y Liberal y Directorios de Antioquia Conservador y Liberal- emitieron un comunicado en el que se incluía una carta a Valencia en la que se le comunicaba que había sido escogido como candidato:
“Dando cumplimiento al patriótico convenio celebrado el 20 de marzo del corriente año, tenemos el honor de comunicar a usted, en perfecto acuerdo, los partidos Liberal y Conservador han escogido su ilustre nombre para candidato nacional a la Presidencia de la Republica... Al escoger su nombre hemos tenido en cuenta no solo sus señaladas virtudes, sus dotes intelectuales, su desinterés personal y su amor a la Republica, sino también la circunstancia de haber sido usted uno de los coautores del convenio político del 20 de marzo y estar, por lo tanto, plenamente identificado con su texto y su espíritu.

Habíamos convenido hacer esta proclamación durante el acto político que debía celebrarse en Medellín en la noche de hoy. Las circunstancias de que el gobierno hubiera impedido por medio de sus agentes del Servicio de Inteligencia al Director del Liberalismo y sus acompañantes y a un grupo numeroso de dirigentes conservadores de la capital, viajar a esa ciudad, cometiendo una arbitrariedad que por si sola es suficiente demostración de los métodos que está empleando para impedir la expresión de la voluntad popular, nos obliga a hacerla por medio de esta comunicación que se suscribe simultáneamente en Bogotá y Medellín.

La candidatura de Valencia surge, pues, respaldada por el Partido conservador unido en el que estaba incluido el ex presidente Ospina Pérez y el sector laureanista. También por el Partido Liberal. Ese apoyo fue reiterado en varías ocasiones: Alberto Lleras, como director del Partido Liberal y el ex presidente Alfonso López, lo ratificaron en una reunión que se realizó en la casa del Dr. Alberto Zuleta Ángel. A la proclama de los partidos muy rápidamente se unieron otros actos y proclamas en las ciudades de Colombia y se adhirieron a ella las más eminentes personalidades de la nación.

El ex presidente Mariano Ospina Pérez desde Nueva York el 8 de abril expresó su respaldo a Valencia:
“(…)El candidato escogido representa nuestros más altos valores morales y políticos por su inteligencia, estirpe, sentido social cristiano, gallardía política, pulcritud privada y pública y lealtad ideales democráticos dentro principios conservadores y católicos. Pueden contar mi entusiasta y sincera adhesión de colombiano conservador y católico..”.

Desde esa misma ciudad, 11 de abril, el ex presidente Roberto Urdaneta Arbeláez dijo:
“Por su tradición y por sus méritos personales su nombre ha sido siempre símbolo de nuestra vida republicana. Hoy lo es más que nunca.”
El 12 de abril, Lleras dijo:
Por muchas razones este nombre es la antítesis de lo que ahora nos gobierna. Aquí está con nosotros, y para nosotros, un ciudadano que lleva más de 20 años de vida publica, que ha tenido en sus manos más poder o influencia que la mayor parte de nosotros, y que sin embargo está mas pobre hoy que lo que fue el primer día de su advenimiento a la acción política. Esta no es una virtud, ciertamente, sino cuando lo contrario se enseñorea oscuramente de los puestos de poder y de representación para convertirlos en fuente de enriquecimiento sin causa y sin vergüenza. Pero, además, la vida de Guillermo León Valencia es de una transparencia absoluta, y su rectitud no tiene sombras. Es, por otra parte, un ejemplo de lo que debe ser un político colombiano, respetuoso de todas las leyes e instituciones creadas en más de un siglo de esfuerzo por la inteligencia de nuestros grandes compatriotas, y sobre todo, respetuoso, como soldado de Cristo, como autentico católico, como hombre civilizado y culto, de los derechos de los trece millones de personas humanas que habitan el territorio de la República, que abominan del despotismo.

El ex presidente Eduardo Santos, desde Paris el 16 de abril se sumó en los siguientes términos:
“Al adherir sin reservas a su candidatura para Presidente de la República, lanzada por todos los partidos políticos y respaldada por la nación entera, lo felicito por llevar dignamente la bandera del más hermoso movimiento cívico que registra nuestros anales. Culmina así el anhelo colombiano que es no sólo recobrar las perdidas libertades y restaurar, con las instituciones republicanas, el decoro de la patria, sino aplicar íntegramente el programa trazado, con serena firmeza, en los acuerdos de los partidos. Esta es la iniciación gloriosa de una nueva era histórica, en que al amparo de la concordia entre los ciudadanos y en claro ambiente de convivencia patriótica, gobiernos legítimos, ajenos a sectarismos exclusivistas busquen y merezcan la colaboración de todos y eliminen el panorama nacional las sombras que hoy lo oscurecen: la maldición de la violencia, el escándalo de la arbitrariedad oficial, el sacrificio de los intereses públicos en aras de las conveniencias privadas.”

Así también lo hizo el ex presidente Darío Echandía en los siguiente términos
“La candidatura de usted simboliza egregiamente los anhelos de los colombianos para la restauración de la vida democrática bajo los auspicios de la concordia patriótica y el decoro ciudadano. Cordialmente adicto.”

Este pacto político abrió el camino al entendimiento bipartidista y una verdadera avalancha de acontecimientos transformó el ambiente político de la nación de manera radical y contundente. Valencia aceptó su nominación y sobre ella se expresó así:
“Esta manifestación de ustedes constituye el máximo horno de mi vida, sea cual fuere el resultado del debate, porque es la investidura del patriotismo, de la lealtad, del honor, de la dignidad de la República, que me ha sido otorgada en el momento más difícil de su historia, por los mejores hijos de Colombia. Yo la acepto, consciente de las responsabilidades y peligros que implica, porque nací y vivo para luchar por el orden, por la justicia y por la libertad, sin que la posibilidad del triunfo pueda llegar a ser para mÍ jamás mejor estímulo que la eventualidad del sacrificio.
Y qué mejor destino para la vida de un hombre que comprometerla sin vacilaciones y con supremo orgullo en el empeño de contribuir a restaurar en su patria el imperio de la Constitución y de las leyes, la pulcritud administrativa y la limpieza política; de realizar el programa trazado por los partidos en el Manifiesto conjunto del 20 de marzo.
(…)
Como candidato de los partidos políticos, tengo el placer de informarle al gobierno que hemos llegado al más elevado y patriótico acuerdo para restaurar el imperio de las instituciones nacionales con una plataforma común de aspiraciones patrióticas y con un solo candidato por el cual habrán de sufragar lealmente ambos partidos.

Así pues, nosotros hemos cumplido; esperamos que el gobierno también habrá de cumplir su palabra a elecciones populares limpias de fraude y libres de violencia para elegir el próximo Presidente de la República. El gobierno nos ha dicho con Herrera: “La patria por encima de los partidos”. Nosotros le decimos: De acuerdo; pero agregamos: La patria por encima de los negocios.”

Con ese nombre y ese proyecto se presionó al gobierno dictatorial para que devolviera a los colombianos el derecho de elegir democráticamente a su Presidente. Desde todos los sectores
se exigió al gobierno la convocatoria a elecciones desde todos los sectores políticos, industriales, banqueros, civiles... He aquí un fragmento del la carta que enviaran los partidos políticos al presidente General Rojas Pinilla, donde además se incluía copia de la carta donde Directorios Conservador y Liberal de la Nación y los Directorios Liberal y Conservador de Antioquia, se dirigieron a Valencia para ofrecerle la candidatura nacional a la Presidencia y la respuesta que diera Valencia exigiendo la convocatoria a elecciones:
“Los Directorios, al hacer públicas aquellas comunicaciones, han reiterado su exigencia de que se devuelva al pueblo colombiano el derecho de designar el Presidente de la República, en elecciones libres de violencia y de fraude; pero hoy acuden ante S. E. para solicitar al Gobierno, como solemnemente lo hacen, la convocación a tales comicios.
Esta solicitud expresa la formulamos en ejercicio del derecho de petición que consagra la Constitución Nacional y que a nuestro entender no ha sido aún abolido.”

La gesta de Valencia contra la dictadura estuvo marcada por un valor sin precedentes, con su verbo en la tribuna y con un estilógrafo en su mano recorrió el país agitando el sentir democrático de la nación y desafiando la opresión del gobierno. Su palabra vivificadora y su valor a ultranza se derramaron con presteza sobre la nación, y la movilización popular fue incontenible. Valencia nunca flaqueó ante el compromiso histórico que le había sido encomendado. Por supuesto la vehemencia con la que el candidato nacional de Valencia empezó a recorrer el país y recaudar adeptos para la causa democrática no cayeron bien en el gobierno. El 29 de abril de 1957 luego de la manifestación de adhesión que recibiera Valencia en Cali, fue detenido por el servicio de inteligencia. Los Directorios Conservador y Liberal emitieron una declaración el 30 de abril que deja entrever la complejidad de la situación:
“Este inaudito atentado siguió a demostraciones constantes de adhesión que le hicieron al doctor Valencia en la capital del Valle desde el día domingo, manifestaciones que originaron una “nota” del Gobernador a los centros sociales de la capital del Valle estableciendo que en adelante no se podrían realizar reuniones de carácter social de ninguna naturaleza sin previo permiso del Gobierno, nota que, sumada a intervenciones de la policía en dichos centros, ha motivado que determinaran clausurarse mientras dure esa situación en que se invade una vez mas los derechos de los ciudadanos y se los anula para toda actividad que no sea de absoluta sumisión al gobierno y a los deseos del Presidente Rojas Pinilla de prolongarlo por cuatro años más.”

Al mismo tiempo, la fortaleza del movimiento y la beligerancia de Valencia presionaron al gobierno, que precipitó la reelección de Rojas Pinilla, el 30 de abril de 1957 la Asamblea Nacional Constituyente lo reeligió para el periodo 1958-1962. Lleras reaccionó a la reelección el 30 de abril en la circular 43:
“…
Ante el intento de reelección que viola todas las disposiciones de la Carta Constitucional, que el país rechaza por razón de sus principios morales y jurídicos y por la experiencia de los cuatro años anteriores, hemos ofrecido a los colombianos una solución que por largos años había sido la aspiración de los patriotas más eminentes: la de la reconciliación de los partidos, sellada en el acuerdo del 20 de marzo, y hemos acordado un candidato nacional, el doctor Guillermo León Valencia, al cual ha adherido, por encima de las limitaciones y prohibiciones del gobierno, la opinión pública, viva, alerta y vigorosa. Proclamada en Medellín y en Bogotá, su candidatura recibe caudalosas demostraciones de fe por parte del pueblo, y se reafirma su proclamación en Popayán y Cali, a pesar de los despliegues de fuerza y de la prohibición de que su nombre se mencione públicamente. Por exaltarlo, han pagado cárcel muchos colombianos, estudiantes, profesores universitarios, intelectuales, obreros, a quienes se han infligido castigos y humillaciones, y a quienes se ha sometido a acciones policiales sin apelación, ni recurso alguno. Sabemos, ciertamente que no hay ahora convocatoria a elecciones, pero sabemos también que tendrá que haberla.”

El detonante de la caída de Rojas fue, precisamente, la detención de Valencia en Cali. Valencia sostuvo varias reuniones en esa ciudad; en el Club Colombia y posteriormente en la Hacienda Menga del Doctor Harold Eder. Los discursos que pronunció contra el gobierno sacudieron a la ciudadanía y enardecieron los ánimos; en consecuencia el gobierno ordenó su detención. Valencia fue irreducible frente a las fuerzas opresoras del gobierno, su destino era llegar a Bogotá; fue invitado a regresar a Popayán. Valencia, valiente, dijo que sólo regresaría muerto:
“Agradezco la invitación que me hacen para regresar a Popayán con el objeto de poder viajar desde allí a Bogotá pero como estoy seguro de que el gobierno no permitirá mi viaje a la capital, por las mismas razones que me ha hecho saber aquí, no puedo aceptar la invitación de ustedes que me reduciría a incumplir mis deberes en Popayán, muy gratamente por estar en mi casa, pero en forma intolerable para el país y para los partidos que me han confiado la bandera de la restauración de la patria.

Cuando acepté esta candidatura tuve la convicción absoluta, que hoy se confirma, de que era un candidatura más para la cárcel o el cementerio que para el Palacio de San Carlos. Si principia a cumplirse esta realidad yo celebro vivamente no haberme equivocado.”

La fortaleza de sus carácter, la decisión de entregar incluso su vida, enardeció los ánimos, y dio lugar a una ola de protestas de profesores, estudiantes, medios de comunicación, industria y la sociedad en general, que se concretarían el 6 de mayo con la iniciación del paro cívico nacional. Valencia salió de Cali el 3 de mayo entre una multitud que lo acompaño al aeropuerto cantando el himno nacional y agitando pañuelos.

En Bogotá Valencia estableció de inmediato contacto con los estudiantes de la Universidad Javeriana y les pidió realizar esa huelga en forma pacifica, sin dar oportunidad a que las fuerzas arremetían de manera violenta sobre los estudiantes inermes:
“Entre tanto, pido a los estudiantes de Bogota y del país, que no faciliten al gobierno el seguir resolviendo con muertos los problemas vitales de Colombia.

La patriótica decisión adoptada por las universidades colombianas, no requiere – para producir todos los efectos de sanción moral que entraña – de manifestaciones excesivas que puedan facilitar el ejercicio de la violencia y sembrar confusión sobre las verdaderas intenciones de la posición universitaria.”

En la declaración conjunta de los Partidos del 9 de mayo de 1957 Valencia y Lleras como presidentes de los respectivos directorios Conservador y Liberal expresaron:
“En las horas de la tarde de ayer el General Rojas Pinilla arrancó a una Asamblea, cuyos miembros fueron designados directa o indirectamente por él, una elección inválida para continuar su gobierno después de 1958… Asamblea Constituyente del General Rojas es, por su origen, inexistente como entidad institucional y que todos sus actos carecen de validez alguna, entre ellos el primero, el de alterar la constitución para reelegir al General Rojas Pinilla, y luego el que ayer se cumplió cuando todo el país se paraba en un acto extraordinario de protesta sin antecedentes ni memoria en los anales de Colombia…
El General Rojas Pinilla, en el discurso en que recibió la ofrenda inconstitucional que le presentaban sus funcionarios de la asamblea, le decretó la violencia al país, y trazó, además, un programa de gobierno que Colombia rechaza, y que amenaza, esencialmente todo lo que quedaba todavía sin destruir. En un programa de persecución, de la nacionalización rapaz, de intimidación al capital, de promoción irresponsable de la lucha de clases. El promotor de la reelección inválida se ha colocado voluntariamente como el enemigo implacable del sistema social y económico que no sólo Colombia sino todo el mundo occidental ha escogido como la formula mejor para preservar la libertad y promover las prosperidad de los hombres, dentro de la justicia y la paz.”

El resultado final de la acción conjunta de los partidos coaligados y del heroico protagonismo de Valencia con las banderas de la democracia estimuló la decisiva movilización de la juventud universitaria que se comportó heroicamente y derramó su sangre generosa por la libertad y la democracia. El compromiso absoluto de todos los estamentos de la sociedad fortaleció definitivamente la histórica batalla. El 10 de mayo de 1957, cayó la dictadura, como consecuencia de una acción colectiva sin antecedentes en la nación, dirigida por los dos partidos históricos, y ese día, nació la Segunda República. El 10 de mayo de 1957 es el epílogo de un proceso trascendental en la historia del país. Lo que debemos rememorar en ésta fecha no son las manifestaciones de júbilo por la restauración de la democracia, sino el proceso políticos que las precedió. El 10 de mayo representa el respaldo y la ratificación de la nación a ese gran acuerdo; es el triunfo de la decisión conjunta de Liberales y Conservadores para suprimir la violencia y recobrar la democracia; demuestra que el poder soberano del pueblo es invencible.

La sustitución de la candidatura de Valencia
La candidatura nacional de Valencia seguía conservando su potencia, el 2 de junio de 1957 la Comisión Nacional de Acción Conservadora, encabezada por Álvaro Gómez Hurtado y otros importantes dirigentes como Juan Uribe Holguín, Alfredo Araújo Grau, Manuel Coronado, Hernando de Velasco; en conjunto con el Directorio Nacional Conservador: José Antonio Montalvo, Juan Uribe Cualla, Francisco de Paula Pérez, Hernán Jaramillo Ocampo, José Elías del Hierro, Rafael Azuero, Alfredo Carbonell, Alfredo Vásquez Carrizosa profirieron un documento de unión conservadora en torno a la candidatura de Valencia:

“Acogemos con entusiasmo la candidatura nacional del Doctor Guillermo León Valencia, esclarecido colombiano, para ejercer la Presidencia de la Republica en el periodo constitucional de 1958 a 1962. Por haber sido proclamada esa candidatura en una situación de anormalidad política que, afortunadamente, concluyó como consecuencia de la reacción nacional que culminó el 10 de mayo ultimo, el Directorio Nacional Conservador y la Comisión Nacional de Acción Conservadora la presentarán a la Convención Nacional del partido para su ratificación.”

En la plaza de Cisneros de Medellín, el día 23 de junio de 1957, el Doctor Alberto Lleras Camargo, Jefe Único del Liberalismo Colombiano, refiriéndose al Frente Nacional, dijo:

“ese frente ha escogido para simbolizar su entendimiento la figura antitética de la dictadura, su contrario específico, el anti-rojas por definición. La selección no se hizo al azar, ni entre millones de personas, en un acto insensato de lotería. Se buscó entre los combatientes democráticos al más calificado, entre los patriotas; al más puro, entre los políticos, a aquél que representara mejor las condiciones de abnegación, lealtad y honestidad que exige el servicio publico: Guillermo León Valencia.”

Caída la dictadura el ex presidente Laureano Gómez pudo regresar al país en el mes de octubre. Su llegada inició un triste proceso de recriminaciones entre los sectores conservadores. A pesar de que el pacto de los Partidos establecía que en las elecciones de 1958 los dos partidos respaldarían a un conservador para la Presidencia, que sería sucedido en 1962 por un liberal, el Dr. Gómez proclamó entonces la candidatura liberal de Albero Lleras, para sustituir la candidatura de Valencia. Lo hizo, aún en contra de su propio partido, pues no existía en el conservatismo una figura capaz de derrotar el prestigió que había edificado Valencia en su lucha contra la dictadura. El ex presidente Lleras la aceptó, a pesar de que el 12 de abril de 1957 en la confirmación de la proclamación de la candidatura nacional de Valencia, el mismo Lleras hubiera dicho:
“A su esfuerzo de estos días luctuosos y graves y al que realice en el gobierno de la nación cuando lleguen otros mejores, el liberalismo le ofrece una cooperación sin otro límite que el fiel cumplimiento de la palabra que ha empeñado en ese documento histórico del 20 de marzo.”

Es difícil desentrañar las razones que movilizaron a Gómez a apartar su respaldo a la candidatura nacional de Valencia. Más aún cuando la participación en el derrocamiento del General Rojas Pinilla fue una gesta de la que Valencia fue el batallador más infatigable. Gómez, en cambio, desde el exterior y cómodamente, esperó. Una vez en el país Gómez se dio cuenta que no existía en el conservatismo ninguna figura capaz de derrotar a Valencia. Fue así como optó por proclamar la candidatura de Lleras. Son igualmente oscuras las razones que tendría Lleras para aceptarla incumpliendo lo pactado. Hay quienes sostienen que Gómez le había ofrecido la candidatura a Lleras en la reuniones que habían tenido en España. La inesperada sustitución de su candidatura para el período 1958-1962 tuvo lugar faltando pocos días para las elecciones presidenciales de dicho año.

El gran líder y hombre Gilberto Alzate Avendaño ofreció a Valencia su respaldo para mantener su candidatura y buscar el voto de la reacción conservadora que interpretaría como una traición al partido, la sustitución del candidato nacional, por un candidato liberal. Valencia rechazó el generoso y valiente ofrecimiento. Consideró que en ese contexto, un nuevo enfrentamiento entre los dos partidos podía devastar la frágil estructura y propiciar nuevos derramamientos de sangre, destruyendo aquel apoteósico esfuerzo que significaba el Frente Nacional. Depuso, pues, su candidatura.

Se pone de presente el carácter patriótico de Valencia y la lealtad sin sombras a sus convicciones sobre la manera de servir los intereses de Colombia. Valencia mantuvo su lealtad inconmovible a la política de concordia nacional y no formuló ningún reclamo ni adoptó decisiones políticas que habrían comprometido la concordia nacional.

Valencia dio esta prueba suprema de que los principios están por delante de las más legítimas posibilidades y honores personales. Retiro su candidatura y votó –firmando su voto- por Alberto Lleras. Con ello, Valencia demostró que su gesta por la restauración de la democracia trascendía mezquinos interés personales, y que su compromiso era y seguiría siendo con el porvenir nacional. Los grandes hombres pueden convertir dolorosos momentos en la recia prueba para reafirmar la solidez de sus convicciones.

miércoles, 4 de noviembre de 2009

GUILLERMO LEON VALENCIA MUÑOZ: PRESIDENTE DE LA PAZ

Por: Mario Pachajoa Burbano

Amigos payaneses:

Un dia como hoy, 4 de noviembre de 1971 murió en Nueva York el expresidente Guillermo León Valencia Muñoz, Presidente de la Paz.

Guillermo León nació en Popayán el 27 de abril de 1909, siendo sus padres Guillermo Valencia y Josefina Muñoz de Valencia. Contrajo matrimonio con Susana López Navia y tuvieron 4 hijos. Estudió en el Liceo de la Universidad del Cauca donde obtuvo su grado de bachiller en 1926 y en la misma terminó estudios de derecho en 1931.

Del libro "Mi bello Popayán" de Jaime Zúñiga Salazar hemos tomado los siguientes párrafos:

El dia de su inhumación (lunes 8 de noviembre de 1971) una escuadrilla de 9 aviones de la FAC sobrevolaron continuamente el sitio, en tanto que desde una colina adyacente unidades del batallón Junín disparaban salvas de artillería. A los acordes del himno nacional, entonado por la banda de músicos de la FAC, los despojos mortales del ex-presidente Valencia fueron conducidos hacia la fosa.

Todas las actividades de Popayán se paralizaron ese dia. No menos de 80.000 personas se hicieron presentes en las solemnes exequias, que concluyeron a la una y media de tarde.

Durante el sepelio se pronunciaron ocho discursos, cuyos oradores representaban los partidos, el Senado, la Cámara, la Universidad del Cauca y la ciudad.

Germán Zea Hernández dijo que el expresidente: "era un pedazo de la patria amada que cifraba en su nobleza, en su altivez y en su señorío lo mejor de la nacionalidad colombiana. ... la historia se fue configurando dentro de las más dramáticas situaciones. Tuvo momentos de madurez republicana, otros es que las instituciones tambalearon, otros en que la ley y el imperio del derecho fueron sustituídos por la arbitrariedad y la persecusión. Y otros de restauración de la paz, de comprensión y acercamiento entre los colombianos para encauzar a la Patria por los senderos de lo que había sido en otras épocas. En todos esos momentos, Valencia tuvo participación decisiva y demostró sus calidadees de gran colombiano y patriota ... Valencia dentro del fragor de la lucha política, de la insania de las pasiones, de la persecución implacable, fue un hombre puro y sus manos estuvieron limpias de toda mancha. Luchó contra la tiranía, fustigó con su verbo iluminado y candente a quienes habían envilecido a la república. Expuso su vida y fue aprehendido y vigilado".

Enrique Pardo Parra, dijo que "la adolorida presencia de Colombia cubre y tutela este ámbito sagrado de la Patria, cuando vuelven a la tierra los despojos de quien la amó y la sirvió ... Valencia perteneció a congreso, honrándolo y con él se integran los años de fulgurante carrera. Por eso a su lado, en esta hora de vasto extremecimiento, unidos a la general congoja, el Senado y la Cámara se inclinan respetuosos ante la tumba que se abre .. a diferencia de aquellos a quienes la libertad incomoda, poder ensoberbece y el despotismo tienta, Valencia no entendió nunca a la patria sin ese pulmón abierto del parlamento, donde su elocuencia resonó en las cámaras, para ascender desde allí al sitial más alto de la democracia ...fogoso combatiente político y caudillo sin par del conservatismo, fue amoroso del derecho, de la justicia de de la paz ... nadie puede decir hoy que fue hostilizado o perseguido bajo su gobierno ... Limpia su vida de violencia y de sangre, de Valencia puede y debe decirse que sin haber dejado de ser un gran jefe conservador, por sus calidades patricias también lo fue para el alma de los liberales pues nada a su lado podia prevalecer sobre el interés nacional ... entre los rasgos de su personalidad estaba la nobleza de sus actitudes y la gallarda transparencia de sus sentimientos.. ".

Mario Laserna manifestó que " ... al temerse por la pérdida de la paz en el continente en este momento, se siente más su ausencia.. en este momento nadie duda del inmenso cariño que todos los colombianos le profesaron al presidente conservador, ni de la gratitud que él mismo, sintió hacia el payanés, durante el período de su mandato que ha sido calificado por todos como el gobierno de la paz .. ante el gran cariño que el pueblo colombiano le profesó a Guillermo León Valencia, nosotros nos convertimos por fuerza en débiles y opacos instrumentos de resonancia de esa multitud que sin distingos de orden racial, religioso, político y social lo llamó y lo llaman el Presidente de la Paz... ".

Raimundo Emiliani Román expresó que " ... En el principio era el verbo y el verbo era Dios, Guillermo León Valencia era la palabra, siempre la palabra, porque Guillermo León Valencia era sencillamennte el espíritu ... La paz, la libertad, la dignidad, el amor, la justicia fueron siempre ideales que nunca mancilló en el transcurso de su vida pública ... llevó a cargo uno de los mejores gobiernos en la historia política de Colombia. Analizó concienzudamente los problemas nacionales y buscó todas las soluciones posibles pero siempre con una rectitud intachable porque en su vida pública no hubo un solo acto de mala fe ... el partido conservador siempre se sintió orgullosode contar con la jefatura de Guillermo León Valencia ... ".

Edgar Penagos Casas dijo que " .... En su juventud Valencia demostró, como todos los hombres que están destinados a la grandeza, una rebelión contra las ideas anárquicas y demostró desde un comienzo que sería un gran conductor de masas. Ocupó las posiciones reservadas a los grandes, pero nunca reclamó para sí bienes nateriales, porque siempre fue un convencido de los bienes del espíritu y un alejado de las cosas materiales .... en Popayán todavía retumba el verbo de Valencia, porque el fuego de su palabra encendía siempre el espíritu de su ciudad .... Valencia fue llamado el presidente de los pobres, quienes pudieron llegar hasta su mandatario .. Aquí está Colombia y Popayán silenciosa y llorosa por su desaparición física ....

Alvaro Gómez Hurtado manifestó que " .... No en vano se nace en el trajín de la historia. Porque entonces se le tiene más como compañera que como maestra .... Popayán donde la historia no cae de improviso .. sigue siendo un hito de la historia contemporánea .... Fue tan colombiano que se convirtió en el símbolo nuestro y fue comprendido cabalmente por las gentes. Difícil encontrar un hombre de Estado con más próxima comunicación con el pueblo ... Fue valiente, intrépido ... Cayó la dictadura y la suerte electoral le fue adversa, pero supo ser prudente y cauteloso. Luego ganó en buena lid la primera magistratura y conquistó el respeto de los colombianos ... Pasa a la historia como el mandatario de la paz. La quiso así y lo consiguió. Cuando hablamos de Valencia, su nombre nos servirá para evocar la paz... No tenemos derecho a perderla ni a ponerla en peligro .... Valencia fue leal con su partido, al que sirvió sin dudar nunca de su doctrina... tuvo fe hasta el final. Es el mejor destino que uno puede apetecer ... Su devoción por Colombia fue apasionada y febril, como deben ser las cosas del corazón .. Lo que hoy pierde nuestro corazón, lo gana la gloria de Colombia .... ".

Belisario Betancur dijo que " .... esta reunión de los colombianos para despedir al ex-presidente es también un acto de desagravio, pues aunque es de la índole de nuestros pueblos la ligereza para juzgar a sus líderes, jamás se han dado tantos errores de juicio como con Valencia .... Su vida misma es un pedestal .... un medio enceguecido por el egoismo enseñó la tolerancia, la fidelidad, el carácter, la nobleza y la dimensión de la grandeza .... su máximo bien, su máxima fortuna, era el saber que sólo tenia "una palabra" y recordó cómo su ex-ministro le decía antes de partir para España como embajador "dichoso usted, que no sólo ha tenido honores sino honor" .... Valencia hizo honor a su ciudad, a su gente, a su patria que fue la mejor manera de hacerse honor a sí mismo. Yunques callad, enmudeced campanas. La patria adolorida ha quedado huérfana. La libertad llora la ausencia irremediable de Valencia ...".

Cordial saludo,

lunes, 5 de octubre de 2009

Un hombre excepcional por Hugo Artunduaga Salas

Centenario del nacimiento del ex presidente Guillermo León Valencia.
Un hombre excepcional


Guillermo León Valencia: encarnó y exaltó las virtudes de la hispanidad, las que invocó con nobleza y generosidad.

(Intervención del doctor Hugo Artunduaga Salas en la sesión especial del directorio conservador de Cundinamarca).

“Guillermo León Valencia, colombiano ilustre y excepcional que reunió muchas de las virtudes y muy pocas falencias.

Hablar de la personalidad y vida de Guillermo León Valencia, es una aleccionadora tarea. Al recorrer mentalmente el transcurrir del ejercicio de este ilustre payanés, desde su nacimiento hasta su muerte, enmarca toda una cátedra, pues sólo él interpretó cabalmente algo olvidado en la vida de hoy…Quien es grande, tiene y debe ser humilde.

Su nobleza, amor por su Colombia, entrega por sus principios, interés por lo social y la igualdad, su pulcritud espiritual, decoro y respeto por los valores, lo enmarcan como el Colombiano excepcional.

El ilustre hijo, de ese gran vate, que fue el maestro Guillermo Valencia, defendió un modelo Conservador, Nacionalista y Cristiano. Desde muy joven incursionó en el quehacer político en su natal y amada Popayán, logrando escalar rápidamente las posiciones de elección popular desde el Concejo, el Senado y La Presidencia de la República.

En la década de los 30, en una gira por los departamentos del Valle,Cauca y Huila, el entonces jefe único del partido, doctor Laureano Gómez, escuchó sus intervenciones que con una pulcra oratoria y fortaleza en sus planteamientos, cautivaron al riguroso e implacable maestro.

El jefe único, de inmediato, lo invitó a la capital de la República y sin dudarlo, lo integró a la actividad proselitista, espacio que se ganó con creces y que le permitió vincularse a la política de Cundinamarca. Desde la duma libró extraordinarias y recordadas jornadas. Defendiendo con inteligencia y doctrina el pensamiento de Caro y Ospina, pilares fundamentales de la cátedra conservadora, que hoy reclama la nueva generación del partido.

Valencia, en la plaza pública, como en el Congreso, enfrentó a cuantos atentaran contra el orden, los valores, la moral, la democracia y la libertad.

Guillermo León Valencia, encarnó y exaltó las virtudes de la hispanidad, las que invocó con nobleza y generosidad.


Los colombianos, aprendimos a reconocer la reciedumbre de su carácter, que se advertía en su andar erguido, en esa mirada de águila, con la que lideró protestas cívicas y partidistas, como en Cali, al acompañar las muchedumbres a desafiar las alambradas hostiles y las bayonetas que pretendían por la fuerza, sostener un gobierno agotado.


Fueron acciones gallardas y valientes que lo llevaron a jugarse la vida por la democracia, le valieron el afecto de los colombianos, para proponerlo a la Presidencia de la República, como primer mandatario del Frente Nacional. Las circunstancias políticas trastornaron esa oportunidad y le correspondió al doctor Alberto Lleras Camargo ser el primer presidente del Frente Nacional, iniciando la reconciliación entre liberales y conservadores.


En 1.961 el nombre de Guillermo León Valencia convocó el acuerdo bipartidista, para ser el candidato para el periodo 1.962-1.966, dignidad que ejerció con los más altos valores, en la búsqueda de la paz y el equilibrio social. Fue tan arraigado el objetivo, que el pueblo lo bautizó, como el Presidente de la PAZ Y LA JUSTICIA SOCIAL.


Quien les habla, se considera un afortunado por la generosidad de la Divina Providencia y de mis amigos.


Tuve el privilegio y el inmenso honor de ser su Secretario General en la Campaña Bipartidista a la presidencia, en mi natal Huila, en un ejercicio de unidad triunfante, que al igual que hoy reclama el partido.


Le guardo, al señor expresidente Valencia el respeto, admiración, aprecio y agradecimiento imperecedero, por su paternal manera como me otorgó su amistad y consejo. De él, aprendí, que en la vida hay que mantener los principios tutelares del amor y el temor a Dios, el respeto al prójimo, y el acatamiento a la Ley y al orden.


Qué fecha, más apropiada, para que hoy, como presidente del Directorio Conservador de Cundinamarca, dignidad que ostento, por generosidad de mis compañeros, expresarle en nombre de ellos y de la colectividad, a sus ilustres familiares, en cabeza de su hidalgo y brillante hijo Ignacio Valencia López, quien como Secretario Privado, se acercó al poder, con la ética, la discreción y la distancia, que deberían ser ejemplo a las nuevas generaciones de hijos del poder


Aún, tenemos mucho que aprender, los Conservadores del legado… del COLOMBIANO EXCEPCIONAL, GUILLERMO LEÓN VALENCIA”.


Bogotá, Mayo 13 de 2009
Hugo Artunduaga Salas
P.D.

sábado, 3 de octubre de 2009

El legado de firmeza de Guillermo León Valencia, de quien se cumplieron 100 años de su natalicio

Guillermo León Valencia fue uno de los artífices del Frente Nacional. En su Gobierno se creó la Junta Monetaria y se gestó el Plan Vallejo.

El Presidente conservador (1962-1966), durante el Frente Nacional, se destacó por sus decisiones de mano dura contra los 'bandoleros'.

El presidente Guillermo León Valencia Muñoz estuvo a punto de pegarle un tiro a su ministro de Guerra, el general Alberto Ruíz Novoa, el mismo día que le aceptó la renuncia (agosto de 1965).

"(En el bolsillo del pantalón) yo tenía el revólver cogido ya de la culata y con el gatillo en la mano (...) Si él me intimaba a prisión, yo le disparaba, porque me parecía que era una insurrección militar, que yo estaba en el deber de conjurar, inclusive por la fuerza".

Así lo narró el mismo Valencia en una grabación de 1969, ante el entonces embajador en Holanda, Ramón de Zubiría, transcrita por Lecturas Dominicales, de EL TIEMPO, en agosto de 1997.

El episodio ilustra la determinación y firmeza del Presidente conservador, cuya memoria fue homenajeada esta semana en Popayán, su ciudad natal, a propósito de los 100 años de su natalicio, el 27 de abril de 1909.

Gobernó entre 1962 y 1966, el segundo cuatrienio del Frente Nacional, del que fue uno de los principales arquitectos tras hacer una dura oposición a la dictadura de Gustavo Rojas Pinilla.

'Acabó con los bandoleros'

Valencia es recordado por su mano dura para recuperar el control de territorios que en la época llamaron "repúblicas independientes", al mando de violentos "bandoleros" enemistados por las diferencias entre liberales y conservadores.

Su resuelto carácter para combatir a estos grupos está dibujado en el libro Tiros de Guillermo León, de Juan Carlos Iragorri y Julián Mosquera, que recopila una serie de anécdotas del Presidente.

Allí aparece, en primer lugar, la respuesta que él les dio a unos dirigentes gremiales, quienes le sugirieron dialogar con los subversivos: "El diálogo existe mediante una diligencia judicial que se llama indagatoria, en la cual el representante del Estado es el juez", les contestó Valencia.

Bajo sus órdenes se dio despliegue a la operación Marquetalia en 1964, que diezmó a los grupos de "bandoleros", pero a la que sobrevivió 'Manuel Marulanda Vélez', gestor luego de la guerrilla más vieja del mundo: las Farc.

Ignacio Valencia, uno de sus cuatro hijos, explica el aporte del Presidente: "Él acabó con los bandoleros (...) Ya no había razón para esas guerrillas porque el liberalismo y el conservatismo habían dejado de apoyarlas (con el pacto del Frente Nacional). Las Farc son una situación posterior, que fue evolucionando hasta los tiempos de ahora".

No obstante, en medio de sus triunfos políticos, Valencia soportó sufrimientos personales durante su administración: la muerte de su esposa Susana López, en 1965, a un año de concluir el mandato.

Cuenta Ignacio Valencia que ella "murió a los 52 años, luego de padecer meses atrás de una embolia cerebral, pero tanto él (el presidente Valencia) como nosotros (los cuatro hijos) la rodeamos".

De cacería con el gral. Franco

Antes de llegar a la Presidencia, la hoja de vida de Valencia estuvo colmada de cargos públicos, como concejal de Popayán, diputado del Cauca, senador de la República y embajador ante la ONU y España.

Y en medio de tan agitada carrera política tuvo tiempo para su afición de cazador. Se desplazaba por Meta, Casanare y Arauca, junto a amigos, campesinos y un grupo de 20 o 30 perros de cacería en busca de venados.

Incluso, cuenta su hijo Ignacio, cuando se desempeñó como embajador en Madrid, antes y después de ocupar la Presidencia, cazó ciervos junto al general Francisco Franco (quien gobernó España entre 1939 y 1975) en el Palacio del Pardo.

El pasado miércoles, en Popayán, durante un homenaje en su memoria, el presidente Álvaro Uribe destacó el "coraje sin igual y singular" de Valencia para enfrentar a las "repúblicas independientes".

Uribe además reseñó el legado del Presidente conservador en materia económica: "Creó la Junta Monetaria, que cumplió una gran tarea hasta que fue eliminada por la Constitución de 1991 y sustituida por la independencia del Banco de la República".

También destacó que el Gobierno de Valencia "tuvo que aceptar una devaluación, pero, para no afectar la necesaria importación de bienes que se incorporaran a las exportaciones colombianas, concibió el Plan Vallejo, un gran estímulo a las exportaciones, que sigue teniendo toda la vigencia en la vida nacional".
El Tiempo

lunes, 3 de agosto de 2009

Discurso Ignacio Valencia ante el Congreso de Colombia celebrando el centenario del nacimiento del exPresidente Guillermo Leon Valencia

El señor Presidente del Honorable Senado de la República, Senador Hernán Andrade Serrano y sus distinguidos colegas de la Mesa Directiva, el Senador Omar de Jesús Suárez Mira, Primer Vice Presidente, el Senador Luís Fernando Duque García, segundo Vice Presidente y el doctor Emilio Botero Dajud, Secretario General, han querido honrar la memoria de Guillermo León Valencia, Ex presidente de Colombia, con ocasión de la primera conmemoración centenaria de su natalicio. Y cuando el Senado de La República, evoca el nombre de Valencia, exalta y enaltece, en grado sumo, a quien fue todo abnegación, sacrificio, valor, lealtad y honradez, y al propio tiempo, pone de presente la ejemplarizante parábola vital de Valencia, relevada por una virtud característica y eminente que guió su larga vida pública: su inquebrantable compromiso de servicio al pueblo colombiano sin distingos de raza, clase o credo.

La conmemoración centenaria del natalicio de Valencia nos recuerda un hecho natural que emana de la esencia creadora de la Divina Providencia, quien además y generosamente, infundió en el alma de Valencia un don maravilloso que le permitió vivir y navegar sobre los espacios ilimitados de un ensueño grandioso de idealidad.

Aquel espíritu de Valencia levantó el vuelo, oteó y surcó los espacios abiertos y llegó muy lejos y muy alto hasta posarse, por voluntad popular, en ésta tribuna excelsa del Senado de Colombia, donde fue orador férvido, tribuno elocuente, brillante y sagaz y artífice egregio de la palabra que fue su única arma para rugir, luchar y vencer--

La personalidad de Valencia tiene su raíz en la severa disciplina y la probidad diamantina que le inculcó su padre, el Maestro Guillermo Valencia. Aquel hogar cristiano y sencillo, conformado por el Maestro Valencia y su esposa Josefina Muñoz, le enseñó a vivir dentro de un severo marco de valores morales, en un ambiente de virtudes, trabajo exigente y alegrías, de afecto y honor, que en su casa abundaban en permanente florescencia. Valencia lee, estudia y aprende, movido por un espíritu inquieto con ansias de saber, y de la rígida aula universitaria en Popayán pasa a la desafiante arena política a partir el sol con los gladiadores de la democracia colombiana. Perora en las plazas públicas, escribe en su periódico de provincia, “Claridad”, propone, debate, incrimina y señala objetivos y propósitos al servicio de Colombia. Esta etapa se releva cuando el jefe del conservatismo, doctor Laureano Gómez, lo postula como Diputado a la Asamblea de Cundinamarca por la provincia del Guavio y es elegido. Esta tribuna le permite congregar y recoger muchos partidarios y amigos; muéstrese elocuente y brillante; se apercibe en la Asamblea de Cundinamarca al gran parlamentario que colmaría etapas muy gloriosas en el acontecer nacional y en las fuertes batallas de oposición en que se encontraba comprometida su colectividad conservadora.

El pueblo lo elige Senador de la República por el Departamento del Cauca. Aquí, en éste recinto del Senado, conoció el complejo laberinto de la impredecible acción política y la complejidad de la tarea parlamentaria. Supo entender y valorar las diversas corrientes sociales que forman el alma de la nación; comprende y asimila la inmensa tarea que las dos grandes fuerzas políticas de la nación- el conservatismo y el liberalismo- han llevado a cabo para que, paso a paso, fluyera una síntesis fecunda de armonía como resultado final del esfuerzo de las dos colectividades para plasmar y dirigir el destino común de nuestra Patria.

Conquista luego las más altas dignidades en la dirección política de su partido y con sus brillantes colegas del Directorio Nacional, estudia y propone fórmulas de solución para enfrentar los grandes problemas de la sociedad y del Estado: la salud pública y privada, el analfabetismo, la reforma universitaria, el sistema electoral, el esquema tributario, las aspiraciones de las regiones, la infraestructura vial y los puertos, la navegación marítima y fluvial, la burocracia, el estímulo del empleo y la relación entre sus dos grandes componentes: el capital y el trabajo, la protección del medio físico. En fin, aboga por unas fórmulas de conciliación que sean la expresión libre y consciente de la auténtica voluntad nacional ajena al predominio grupista y sectario que divide, debilita y finalmente destruye los caminos del progreso y de la confraternidad entre los grupos sociales.

Valencia se movía en la política nacional conforme a este pensamiento y supo ser coherente entre el discurso y su acción real. Por estas razones, ocupó puesto de dirección, mando y prestigio en la vanguardia combatiente del conservatismo y, al propio tiempo, se ganó y mereció el mas cálido respeto del adversario político, pues el liberalismo colombiano siempre reconoció en Valencia, con especial e histórico gesto, su probidad diamantina y su trayectoria democrática totalmente ajena al sectarismo, a los odios excluyentes y estériles y a la violencia.

Valencia dedicó su vida a la consolidación de la democracia, la defensa de la libertad y promovió siempre los acuerdos patrióticos entre los partidos y los grupos sociales. Así actuó en las plazas públicas, como diputado en Cundinamarca, Senador por el Cauca y también Senador por el departamento de Antioquia ---- acontecimiento político que Valencia siempre reputó y recibió como el mas significativo y grato de su larga vida pública ---- luego en la hazañosa empresa de restauración de la libertad y de las instituciones republicanas en el año de 1957 y finalmente como Presidente de Colombia en el año de 1962.

Ni amenazas ni prisiones doblegaron su heroica voluntad de lucha como candidato presidencial del Frente Nacional para el período 1958–1962. Es decir, al frente de una política de conciliación nacional pactada por el conservatismo y el liberalismo contra el imperio del gobierno de círculo, excluyente y despótico.

Estamos recordando a Valencia como candidato del Frente Nacional pronunciando la arenga y dando la batalla y cómo en ésa lucha, el choque de las espadas le dio temple de acero a su pensar. Y su compromiso de honor con la Patria alcanzó una fecunda expansión radioactiva que encendió un fuego primordial que iluminaba su verbo poderoso y que prendió la voluntad de rebeldía y lucha del pueblo colombiano. La juventud universitaria derramó generosamente la sangre preciosa de sus mártires y los gremios, el pueblo, la nación entera, se movilizaron en masa detrás del carácter y el valor que simbolizó la valerosa y decisoria acción de Valencia en aquellas horas aciagas. Esta batalla restauró la libertad y dio nueva vida a la democracia. Así nació la segunda República el 10 de mayo de 1957.

La historia recogerá en toda su grandeza la hazañosa empresa llevada a cabo por los dos partidos históricos. Colombia rechazó los trágicos errores del pasado. Pero quiso el destino que así como la acción temeraria de Valencia al frente del pueblo se transformase en aquel movimiento victorioso del 10 de mayo de 1957, al propio tiempo, su esfuerzo y su heroísmo rindieran solamente frutos de ingratitud para el candidato nacional, cuando fue sustituido faltando pocos días para las elecciones presidenciales. El león cayó herido. Y fue entonces cuando Valencia aquilató su condición de caudillo noble, de convicciones irreductibles en torno al ideal de concordia nacional. Valencia transformó el sacrificio de su propia candidatura presidencial en un nuevo y decisivo signo de reconciliación nacional al anunciar y luego votar, estampando su firma en la papeleta, por su ilustre compañero de luchas, el doctor Alberto Lleras Camargo, jefe del partido liberal.

Se debe meditar con serena objetividad sobre ésta histórica decisión política. Valencia pudo mantener su propia candidatura presidencial para el período 1958-1962, que fue solemnemente proclamada por los dos partidos en instantes cruciales de la vida colombiana. La proclamación de Valencia se hizo primero en Medellín, por los directorios conservador y liberal de Antioquia y posteriormente en Bogotá, donde su candidatura nacional fue reafirmada por los dos partidos históricos. Valencia ostentaba un título indiscutible como candidato nacional a la Presidencia de la República, para el período 1958--1962. Y desde luego, participar en el debate presidencial del año 1958, era una decisión que dependía de su propia voluntad. ¿Acaso nos hemos detenido alguna vez a pensar acerca de la manera como se habría desarrollado un debate electoral que hubiese enfrentado a Alberto Lleras Camargo, candidato presidencial y jefe único del partido liberal con la candidatura de Valencia, reconocido jefe conservador, quien a su vez y previamente, había sido proclamado como candidato del Frente Nacional por Lleras Camargo a nombre del liberalismo y también, por el Directorio Nacional Conservador?

Nada más honroso para la memoria de Valencia, que recordar hoy, aquí, en el Senado de la República, un párrafo del histórico discurso pronunciado por Alberto Lleras Camargo, en la proclamación de Valencia, que tuvo lugar en la residencia del doctor Eduardo Zuleta Ángel, en Bogotá, el 12 de abril de 1957.

Oigamos a Alberto Lleras: “…Por eso hoy, cuando todos ustedes esperan ansiosos oír la voz de quien es desde el 8 de abril el jefe consagrado para el honor y resuelto al sacrificio, yo sólo tengo que decir que mi partido deposita su fe en Guillermo León Valencia, como lo hizo en 1917, en su padre….. Aquí está con nosotros, y para nosotros, un ciudadano que lleva más de veinte años de vida pública, que ha tenido en sus manos más poder o influencia que la mayor parte de nosotros, y que sin embargo, está más pobre hoy que lo que fue el primer día de su advenimiento a la acción política…. Pero, además, la vida de Guillermo León Valencia es de una transparencia absoluta, y su rectitud no tiene sombras. Es, por otra parte, un ejemplo de lo que debe ser un político colombiano, respetuoso de todas las leyes e instituciones creadas en más de un siglo de esfuerzos por la inteligencia de nuestros grandes compatriotas….. El liberalismo le ofrece una cooperación sin otro límite que el fiel cumplimiento de la palabra que ha empeñado en ese documento histórico del 20 de marzo……” Hasta aquí las palabras de Alberto Lleras.

¿Habría germinado la semilla de la concordia nacional si los dos caudillos del entendimiento bipartidista, Lleras Camargo y Valencia se enfrentaban como gladiadores llamados a partir el sol en la arena democrática?

¿Esa lucha épica de titanes que enfrentaba nuevamente a los partidos por el poder no habría enardecido los ánimos populares y avivado el fuego del sectarismo partidista en éste combate formidable?

¿Acaso podría haberse fracturado la plataforma del Frente Nacional fundada sobre el honor de los partidos comprometido en la firma de los grandes acuerdos nacionales suscritos en el año de 1957?

Si Valencia hubiese actuado de manera diferente, podríamos preguntar: ¿la joven y bella cabeza coronada con el laurel de la paz que representaba el Frente Nacional podría haber sido cercenada por un doble mandoble de sectarismo y retaliación?

Con su histórica decisión de retirar su candidatura presidencial para el período 1958-–1962, Valencia renovó su lealtad a la política de entendimiento entre los partidos, para asegurar la concordia y la paz de la nación. Fue un instante estelar de su existencia, que ni la ingratitud, ni la tergiversación, ni el tiempo, podrán borrar de los anales de la historia mientras en Colombia aliente la moral y la verdad presida la marcha de nuestra democracia.

Hago estos comentarios obligado por la densa tiniebla con que se ha pretendido ocultar y desfigurar la verdad y crear un ambiente turbio, como si se tratase de un mezquino propósito deliberado y falaz, para opacar el brillo, el carácter y el valor de las trascendentales decisiones políticas de Valencia, recio y noble caudillo, quien conquistó el corazón del pueblo en aquellas gestas más con el espíritu de generosidad de sus decisiones políticas en horas críticas que con sus propias acciones heroicas.

Por todo ello, aunque los círculos del resentimiento y la envidia, quisieron borrar su nombre de las páginas del futuro, cuatro años después, en el año de 1962, el conservatismo y el liberalismo se reencontraron en estrecho abrazo de reconciliación alrededor del nombre de Valencia, quien, otra vez y por segunda ocasión, es proclamado como candidato nacional de los dos partidos para el periodo 1962-1966, cuando fue elegido Presidente de Colombia, con 1.633.873 votos, es decir, con el 62% de la votación. Los candidatos opuestos a Valencia tuvieron la siguiente votación: Jorge Leiva: 308.814 votos; General Gustavo Rojas Pinilla: 54.557 votos; Alfonso López Michelsen: (candidato inconstitucional): 624.873 votos.

Valencia tenía un especial don para prever el proceso social y para reconocer el talento y los atributos de nuestros dirigentes. Supo captar entre ellos el aporte de bien que representaban para la República. Recordemos a Virgilio Barco Vargas y Belisario Betancur, quienes fueron insignes ministro de Valencia y llegaron después a la Presidencia de Colombia elegidos por el pueblo. Gustavo Balcazar Monzón, también su ministro, fue luego Designado a la Presidencia de la República. Todas las ilustres personalidades que honraron a Valencia como ministros exhiben realizaciones y aportes sustantivos en el progreso social del país y su honda huella señaló un camino seguro a las aspiraciones nacionales.


Este solemne acto en el Senado de la República, se origina en el corazón mismo de la Patria, porque en este recinto glorioso de la democracia, el Señor Presidente del Congreso de Colombia, honorable Senador Hernán Andrade, con sus brillantes palabras, nos ha hecho sentir las pulsaciones robustas del corazón de Colombia, que hoy recuerda con generosidad y reconocimiento a uno de sus hijos, Guillermo León Valencia que amó y sirvió a la República y a todo el pueblo colombiano en una lucha sin tregua durante toda su existencia.

En un país como el nuestro de permanentes ensayos y de perpetuas mudanzas, el Senado de la República, recuerda hoy que Guillermo León Valencia, encarnó la fortaleza inflexible en la dirección política de Colombia, que emanaba de la sólida unidad moral que presidió su larga vida pública.

Nadie se le anteponía en probidad pública y privada, serenidad de espíritu y amor a Colombia, en imparcialidad y en justicia. La fortaleza en las luchas por sus ideales y el decoro fueron a manera de vestiduras suyas.

La generosa iniciativa del Señor Presidente del Senado, honorable Senador Hernán Andrade, ostenta todos los atributos de un homenaje enaltecedor que esta augusta Corporación le ofrece a la memoria de Valencia. Quiero expresar, en nombre de los hijos y de la familia del Ex presidente Valencia, el mas emocionado testimonio de gratitud al Señor Presidente del Senado, a los señores Vice presidentes y al Secretario General, a los honorables Parlamentarios y a todos los asistentes que nos honran con su presencia, por el sumo valor que su presencia le imprime a esta conmemoración centenaria del natalicio de Valencia. Y también queremos decirles que nos emociona estar en éste recinto y experimentar la maravillosa sensación de oír, hoy y aquí, en el Senado de Colombia, el eco que viene de éstos muros invictos y que nos trae el himno de la vida de Valencia: colombiano, cristiano, conservador, amigo leal, personero de la concordia, orador, artífice de la paz, jefe, diplomático, esposo y padre amantísimo, candidato nacional y Presidente de Colombia.

Que la brillante, larga e inmaculada trayectoria de Valencia en el Senado de la República, siga simbolizando un noble ejemplo de concordia política, para que la libertad, la democracia, el progreso, la justicia social y la paz continúen alcanzando una intensa plenitud gloriosa que fue el legado de su carrera pública a las futuras generaciones republicanas.

Señor ex Presidente Belisario Betancur: muchas gracias por haber aceptado nuestra comedida invitación para presidir el Comité organizador de los actos conmemoratorios del natalicio de Guillermo León Valencia. Su ilustre nombre, señor ex Presidente Betancur, tiene virtud suficiente para exaltar y ennoblecer todo aquello a lo que usted se digne prestarle su enaltecedora cooperación. Valencia reputó como señalado honor de su existencia haberle ofrecido a usted el más cálido, desinteresado y sincero estímulo cuando usted inició, al frente de un formidable movimiento popular, su histórica marcha hacia la conquista del mas alto honor que la democracia otorga a sus hijos gloriosos: la Presidencia de la República. Y nosotros recibimos como recíproca manifestación de aquella especial amistad su presencia en este acto, pues Belisario nos ha traído el afecto puro que brota de su alma noble y grande vinculada con Valencia en el generoso campo de las ideas.

Gustavo Balcazar Monzón, noble amigo y gallardo paladín de la democracia, exhibe una trayectoria de luchas y victorias al frente de poderosas fuerzas sociales y populares en la pujante región del Valle del Cauca, Fue invitado por Valencia a formar parte se gobierno y el aportó su preeminencia, su prestigio y su autoridad en el desempeño brillante de su gestión. Valencia tuvo admiración y aprecio por la figura prestigiosa de Gustavo Balcázar Monzón. Su nombre en el Comité y su honrosa presencia en este acto es gallarda expresión de su caballerosidad que ha querido exaltar la memoria de Valencia.

José Félix Patiño, ministro de Valencia, consagrado a las ciencias médicas, conquista elevado rango académico en una severa selección entre los mejores, escala peldaños en el saber y se gana merecida reputación. Su inteligencia y espíritu de servicio al pueblo, puso al alcance de la comunidad, como Ministro de Salud Pública en el gobierno de Valencia, las drogas genéricas que permite a las clases pobres y marginadas disponer de remedios para sus dolencias a precios asequibles para el pueblo. También fue Rector de la Universidad Nacional en el gobierno de Valencia y en su gestión, éste centro académico triplicó sus recursos monetarios. Este caballero del saber ha sido y es un artífice de ideas brillantes, quien honró al gobierno de Valencia y a la democracia.

Debo recalcar que Valencia recibió con la más profunda emoción de su vida pública, su elección como Senador por el departamento de Antioquia en el año de 1958. Había sido objeto de los más duros ataques e injustas descalificaciones en la virulenta división conservadora de entonces, y como epílogo de ese fenomenal enfrentamiento, se presentaron a consideración del pueblo conservador de Antioquia dos listas conservadoras: una encabezada por Laureano Gómez y la otra por Guillermo León Valencia. La lista de Valencia obtuvo resonante victoria. Para Valencia, este triunfo en Antioquia - que históricamente ha sido y sigue siendo la cabeza visible de la más grande fuerza de centro - derecha de Colombia y de América - fue el hecho político mas grato de su existencia. Por esta razón, nos honran hoy con su presencia los doctores Fabio Valencia Cossio y Oscar Arboleda Palacio, insignes personeros de esa formidable fuerza humana intelectual y política que representa Antioquia conservadora. Ellos son los heraldos y guardianes que representan y defienden el ara santa que guarda los principios eternos que inspiran al conservatismo colombiano.

El senador José Darío Salazar Cruz, quien representa al conservatismo caucano en el Congreso, ha sido un dilecto amigo, siempre caballeroso y cordial, quien desempeña con lujo de competencia y solvencia intelectual sus responsabilidades y ha venido construyendo una senda ascendente en el cuerpo jerárquico de nuestra colectividad.

Aurelio Iragorri Hormaza, destacado líder popular y muy eficaz gestor del progreso del Cauca y del país en el curso de su larga y exitosa carrera política y parlamentaria ha sido además, y así lo sentimos y expresamos, como un miembro de nuestra familia, pues nos une un reciproco sentimiento de amistad, lealtad y espíritu de servicio.

Deseo expresar también un profundo sentimiento de gratitud al doctor Juan Manuel Santos, Ministro de Defensa, cuyo apoyo hace algunos años fue decisivo para adquirir y luego organizar, bajo la dirección del Museo Nacional de Colombia, la casa- museo Guillermo León Valencia, tal y como lo dispuso la ley 170 de 1973 aprobada por el Congreso de la República y sancionada por el señor Presidente de la época, Misael Pastrana Botero. Dígnese aceptar, doctor Santos nuestro renovado testimonio de reconocimiento, porque su generosa y decisiva intervención hizo realidad palpable la letra y el espíritu de la ley aprobada por el Congreso como homenaje a Valencia.

La conmemoración centenaria del natalicio de Guillermo León Valencia, seguramente tendrá eco en el sentimiento general de la nación con el honroso homenaje que se le ha ofrecido hoy, en el Senado de la República. Y también, porque el señor Presidente de Colombia, doctor Alvaro Uribe Vélez, con su proverbial gallardía y generosidad, estará en Popayán, el próximo mes de mayo, presidiendo los actos para celebrar el centenario del natalicio de Valencia en la ciudad fecunda. Y entonces, la memoria de Valencia, será así, consagrada en su ciudad, con los hálitos de fuerza, generosidad y gloria que emanan de la figura procera del Presidente Uribe Vélez, caudillo democrático, severo y arrogante pensador y fecundo realizador del bien común.



IGNACIO VALENCIA LOPEZ
SENADO DE LA REPUBLICA
ABRIL 27 DE 2009

Semblanza

Por: Ignacio Valencia

El señor Presidente de la República, doctor Alvaro Uribe Vélez, la Ministra de Comunicaciones, doctora María del Rosario Guerra de La Espriella, el Presidente de los Servicios Postales Nacionales, doctor Juan Ernesto Vargas Uribe, con la honrosa decisión de editar una estampilla conmemorativa con la efigie de Guillermo León Valencia, han querido honrar la memoria del Ex presidente de Colombia, con ocasión de la primera conmemoración centenaria de su natalicio. Y cuando se evoca el nombre de Valencia, al propio tiempo, se exalta y enaltece, en grado sumo, a quien fue todo abnegación, sacrificio, valor, lealtad y honradez, y pone de presente la ejemplarizante parábola vital de Valencia y su inquebrantable compromiso de servicio al pueblo colombiano sin distingos de raza, clase o credo.

La personalidad de Valencia tiene su raíz en la severa disciplina y la probidad diamantina que le inculcó su padre, el Maestro Guillermo Valencia. Aquel hogar cristiano y sencillo, conformado por el Maestro Valencia y su esposa Josefina Muñoz, le enseñó a vivir dentro de un severo marco de valores morales, en un ambiente de virtudes, trabajo exigente y alegrías, de afecto y honor, que en su casa abundaban en permanente florescencia. Valencia lee, estudia y aprende, movido por un espíritu inquieto con ansias de saber. Perora en las plazas públicas, escribe en su periódico de provincia, “Claridad”, propone, debate, incrimina y señala objetivos y propósitos al servicio de Colombia. Esta etapa se releva cuando el jefe del conservatismo, doctor Laureano Gómez, lo postula como Diputado a la Asamblea de Cundinamarca por la provincia del Guavio y es elegido. Esta tribuna le permite congregar y recoger muchos partidarios y amigos; muéstrese elocuente y brillante; se apercibe en la Asamblea de Cundinamarca al gran parlamentario que colmaría etapas muy gloriosas en el acontecer nacional y en las fuertes batallas de oposición en que se encontraba comprometida su colectividad conservadora.

El pueblo lo elige Senador de la República por el Departamento del Cauca. Aquí, en éste recinto del Senado, conoció el complicado laberinto de la impredecible acción política y la complejidad de la tarea parlamentaria; comprende y asimila la inmensa tarea que las dos grandes fuerzas políticas de la nación- el conservatismo y el liberalismo- han llevado a cabo para que, paso a paso, fluyera una síntesis fecunda de armonía como resultado final del esfuerzo de las dos colectividades para plasmar y dirigir el destino común de nuestra Patria.

Conquista luego las más altas dignidades en la dirección política de su partido y con sus brillantes colegas del Directorio Nacional Conservador, estudia y propone fórmulas de solución para enfrentar los grandes problemas de la sociedad y del Estado: las aspiraciones de las regiones, el estímulo del empleo y la relación entre sus dos grandes componentes: el capital y el trabajo, la protección del medio físico. En fin, aboga por unas fórmulas de conciliación ajenas al predominio grupista y sectario que divide, debilita y finalmente destruye los caminos del progreso y de la confraternidad entre los grupos sociales.

Valencia se movía en la política nacional conforme a este pensamiento y supo ser coherente entre el discurso y su acción real. Por estas razones, ocupó puesto de dirección, mando y prestigio en la vanguardia combatiente del conservatismo y, al propio tiempo, se ganó y mereció el mas cálido respeto del adversario político, pues el liberalismo colombiano siempre reconoció en Valencia, con especial e histórico gesto, su probidad diamantina y su trayectoria democrática totalmente ajena al sectarismo, a los odios excluyentes y estériles y a la violencia. Dedicó su vida a la consolidación de la democracia, la defensa de la libertad y promovió siempre los acuerdos patrióticos entre los partidos y los grupos sociales. De allí, su resolución de ir hasta el sacrificio en la hazañosa empresa de restauración de la libertad y de las instituciones republicanas en el año de 1957.

Su figura fue el símbolo del pueblo colombiano en la gran batalla por la restauración de la libertad, el imperio de la democracia y la vigencia de las instituciones republicanas. Su compromiso con los ideales de concordia y reconstrucción de la democracia hicieron de él uno de los creadores del Frente Nacional, que ha sido la más grande rectificación histórica del rumbo de la nación. Colombia se decidió por una política de entendimiento, conciliación y gobierno conjunto de los partidos históricos. Como candidato nacional a la Presidencia, para el período 1.958-1.962, se comprometió en una lucha sin cuartel que culminó el 10 de mayo de 1.957 con el derrocamiento de la dictadura. Servidor devoto de la democracia, se desempeño como diputado a la Asamblea de Cundinamarca; Senador de la República, por el Departamento del Cauca; Presidente del Directorio Nacional Conservador en la campaña por la reconquista del poder que culminó con la elección de Mariano Ospina Pérez como Presidente de la República; Constituyente en la Asamblea Nacional convocada en el gobierno del doctor Laureano Gómez; Senador de la República por el Departamento de Antioquia; Embajador ante las Naciones Unidas; Embajador de Colombia en España en dos oportunidades; diversos gobiernos le ofrecieron varios Ministerios, que no aceptó; Candidato Nacional a la Presidencia de la República en dos ocasiones y Presidente de la República.

Ni amenazas ni prisiones doblegaron su heroica voluntad de lucha como candidato presidencial del Frente Nacional para el período 1958–1962, al frente de una política de conciliación nacional pactada por el conservatismo y el liberalismo contra el imperio del gobierno de círculo, excluyente y despótico.

Valencia como candidato del Frente Nacional pronuncia la arenga y da la batalla y en ésa lucha, el choque de las espadas le dio temple de acero a su pensar. Y su compromiso de honor con la Patria alcanzó una fecunda expansión radioactiva que encendió un fuego primordial que iluminaba su verbo poderoso y que prendió la voluntad de rebeldía y lucha del pueblo colombiano. La juventud universitaria derramó generosamente la sangre preciosa de sus mártires y los gremios, el pueblo, la nación entera, se movilizaron en masa detrás del carácter y el valor que simbolizó la heróica y decisoria acción de Valencia en aquellas horas aciagas. Esta batalla restauró la libertad. No se disparó ni un solo tiro. Así nació la segunda República el 10 de mayo de 1957.

La historia recogerá en toda su grandeza la hazañosa empresa llevada a cabo por los dos partidos históricos. Colombia rechazó los trágicos errores del pasado. Pero quiso el destino que así como la acción temeraria de Valencia al frente del pueblo se transformase en aquel movimiento victorioso del 10 de mayo de 1957, al propio tiempo, su esfuerzo y su heroísmo rindieran solamente frutos de ingratitud para el candidato nacional, cuando fue sustituido faltando pocos días para las elecciones presidenciales. El león cayó herido. Y fue entonces cuando Valencia aquilató su condición de caudillo noble, de convicciones irreductibles en torno al ideal de concordia nacional. Valencia transformó el sacrificio de su propia candidatura presidencial en un nuevo y decisivo signo de reconciliación nacional al anunciar y luego votar, estampando su firma en la papeleta, por su ilustre compañero de luchas, el doctor Alberto Lleras Camargo, jefe del partido liberal.

Se debe meditar con serena objetividad sobre ésta histórica decisión política. Valencia pudo mantener su propia candidatura presidencial para el período 1958-1962, que fue solemnemente proclamada por los dos partidos en instantes cruciales de la vida colombiana. Valencia ostentaba un título indiscutible como candidato nacional a la Presidencia de la República. Y participar en el debate presidencial del año 1958, era una decisión que dependía de su propia voluntad. ¿Acaso nos hemos detenido alguna vez a pensar acerca de la manera como se habría desarrollado un debate que hubiese enfrentado a Alberto Lleras Camargo, candidato presidencial y jefe único del partido liberal con la candidatura de Valencia, reconocido jefe conservador, quien a su vez y previamente, había sido proclamado como candidato del Frente Nacional por Lleras Camargo a nombre del liberalismo y también, por el Directorio Nacional Conservador?

El Frente Nacional propugnaba por un gobierno bipartidista, paritario y con programa común –como fórmula patriótica de eliminar el sectarismo, la violencia y los enfrentamientos, en las luchas por el poder- ¿,esta confrontación de los partidos enfrentados en la elección presidencial, no significaba un derrumbe del ideal de concordia y al propio tiempo, iniciaba, otra vez, al combate político entre los partidos ?

Nada más honroso para la memoria de Valencia, que recordar apartes del histórico discurso pronunciado por Alberto Lleras Camargo, en la proclamación de Valencia, que tuvo lugar en la residencia del doctor Eduardo Zuleta Ángel, en Bogotá, el 12 de abril de 1957.

Oigamos a Alberto Lleras: “…Por eso hoy, cuando todos ustedes esperan ansiosos oír la voz de quien es desde el 8 de abril el jefe consagrado para el honor y resuelto al sacrificio, yo sólo tengo que decir que mi partido deposita su fe en Guillermo León Valencia, como lo hizo en 1917, en su padre….. Aquí está con nosotros, y para nosotros, un ciudadano que lleva más de veinte años de vida pública, que ha tenido en sus manos más poder o influencia que la mayor parte de nosotros, y que sin embargo, está más pobre hoy que lo que fue el primer día de su advenimiento a la acción política…. Pero, además, la vida de Guillermo León Valencia es de una transparencia absoluta, y su rectitud no tiene sombras. Es, por otra parte, un ejemplo de lo que debe ser un político colombiano, respetuoso de todas las leyes e instituciones creadas en más de un siglo de esfuerzos por la inteligencia de nuestros grandes compatriotas….. El liberalismo le ofrece una cooperación sin otro límite que el fiel cumplimiento de la palabra que ha empeñado en ese documento histórico del 20 de marzo……” Hasta aquí las palabras de Alberto Lleras.

¿Habría germinado la semilla de la concordia nacional si los dos caudillos del entendimiento bipartidista, Lleras Camargo y Valencia se enfrentaban como gladiadores llamados a partir el sol en la arena democrática?

¿Esa lucha épica de titanes que enfrentaba nuevamente a los partidos por el poder no habría enardecido los ánimos populares y fracturado la plataforma del Frente Nacional fundada sobre el honor de los partidos comprometido en la firma de los grandes acuerdos nacionales suscritos en el año de 1957?

Si Valencia hubiese actuado de manera diferente, podríamos preguntar: ¿la joven y bella cabeza coronada con el laurel de la paz que representaba el Frente Nacional podría haber sido cercenada por un doble mandoble de sectarismo y retaliación?

Con su histórica decisión de retirar su candidatura presidencial en el año 1958, Valencia aseguró la concordia y la paz de la nación. Fue un instante estelar de su existencia y un momento único de la democracia por su imponente sencillez.

Ni la ingratitud, ni la tergiversación, ni el tiempo, podrán borrar de los anales de la historia ésta gloriosa gesta de Valencia mientras en Colombia aliente la moral y la verdad presida la marcha de nuestra democracia.

Hago estos comentarios obligado por la densa tiniebla con que se ha pretendido ocultar y desfigurar la verdad y crear un ambiente turbio, como si se tratase de un mezquino propósito deliberado y falaz, para opacar el brillo, el carácter y el valor de las trascendentales decisiones políticas de Valencia, recio y noble caudillo, quien conquistó el corazón del pueblo en aquellas luchas más con el espíritu de generosidad de sus decisiones políticas en horas críticas que con sus propias acciones heroicas.

Por todo ello, aunque los círculos del resentimiento y la envidia, quisieron borrar su nombre de las páginas del futuro, cuatro años después, en el año de 1962, el conservatismo y el liberalismo se reencontraron en estrecho abrazo de reconciliación alrededor del nombre de Valencia, quien, otra vez y por segunda ocasión, es proclamado como candidato nacional de los dos partidos para el periodo 1962-1966, cuando fue elegido Presidente de Colombia, con 1.636.081 votos, es decir, con el 62% de la votación. Los candidatos opuestos a Valencia tuvieron la siguiente votación: Jorge Leiva: 308.992 votos; General Gustavo Rojas Pinilla: 54.557 votos; Alfonso López Michelsen: (candidato inconstitucional): 624.863 votos.

Como Presidente de Colombia, cumplió con regidez “milimétrica” la letra y el espíritu de la Constitución, que consagraba los gobiernos ejercidos conjuntamente por los partidos, en forma paritaria y un programa común. Valencia, el día de su posesión, conmocionó el escenario político de la nación y produjo un hecho fundamental en la historia del Frente Nacional: nombró su gabinete ministerial dando representación a los dos partidos históricos, pero respetando las realidades internas de cada una de las colectividades. Valencia congregó en su gobierno al liberalismo oficialista, dirigido por Carlos Lleras Restrepo, y también, al Movimiento Revolucionario Liberal -MRL– orientado por Alfonso López Michelsen, representado en el gabinete por el Senador Juan José Turbay, figura cimera de ése grupo. es decir, a todo el partido liberal. Y con relación al conservatismo, Valencia dejó atónito al país, cuando nombró -en pié de igualdad– ministros de las dos vertientes de la época: el laureanismo y el unionismo. Este gesto de Valencia, no estaba en los cálculos ni en las conjeturas de los más avezados y conspicuos arúspices políticos. La dos implacables batallas libradas contra las candidaturas de Valencia en 1958 y luego, en 1962, ponían totalmente fuera de contexto -era un imposible- cualquier posibilidad de aproximación. Pero Valencia, como siempre, supo ser fiel a su inquebrantable espíritu de conciliación patriótica e inspirado por su lealtad y por su amor al conservatismo, ése día, en su posesión como Presidente de Colombia, el 7 de agosto de 1962, selló la unión conservadora, que posteriormente fue protocolizada y suscrita en el propio Palacio Presidencial, cuando todos los congresistas del partido, encabezados por los Jefes máximos, pusieron en las manos de Valencia un pergamino que expresaba la “gratitud incancelable “ del partido conservador colombiano al Presidente Guillermo León Valencia, por haber facilitado e impulsado la unión conservadora. Este documento histórico fue suscrito por los congresistas y el nuevo Directorio Nacional de Unión Conservadora, presidido por Mariano Ospina Pérez y Alvaro Gómez Hurtado.

Valencia, al proceder como lo hizo, revocó los antecedentes que apretaban y asfixiaban, como una tenaza, los alcances políticos de integración que consagraba el Frente Nacional, y en cambio de éstas herramientas que se oxidan y corroen , extendió sus brazos en noble y patriótico gesto de reconciliación conservadora y nacional. Fue el esplendor del Frente Nacional. Con la nación así unificada llevó a cabo una eficaz tarea de pacificación que sometió a los violentos homicidas que cruelmente cobraban una dolorosa cuota de sangre inocente al pueblo colombiano. La nación agradecida le ofreció entonces gajos de laurel cuando lo apellidaron: Presidente de la paz.

En el área social, Valencia realizó su gestión consagrada a atender las demandas populares y destinada a mejorar la vida de los sectores más pobres de la comunidad. La eliminación de la cuota inicial de las casas de habitación para la población de escasos recursos, que facilitaba su adquisición por el pueblo. La destinación del 20% del presupuesto nacional a la educación pública, como factor de redistribución de la riqueza y elemento de igualdad de oportunidades para toda la comunidad; fue la más amplia inversión en educación en la historia. La creación de la Junta Monetaria, que atribuyó a esta nueva entidad el manejo de la política monetaria que propició un desarrollo económico con mayor equidad en la reglas de juego. La garantía de un ambiente de plenas libertades para la expresión de las opiniones de los diversos grupos sociales, así como también para adelantar los debates libres de fraudes y de violencia tal y como se llevaron acabo las elecciones para Congreso y Presidente de la República en el año de 1.966. Respeto por las creencias religiosas y positiva armonía con las Jerarquías y la Iglesia Católica. Apoyo a la iniciativa privada en el proceso económico con la necesaria intervención del estado como poder regulador. Mensaje constante para estimular el entendimiento y la concordia entre los grupos sociales como el mejor medio para mantener la paz alcanzada. Decisión permanente para convertir el Estado en instrumento creador de un orden moral en el manejo del tesoro público. Prédica continua a favor del entendimiento con el Partido Liberal y las demás fuerzas políticas de la nación para asegurar el porvenir de la República. Probidad sin mancha del primer mandatario de la nación, porque Valencia actuó siempre sobre la base de su absoluta honradez personal e inmaculada conducta en la dirección de los destinos nacionales. Con su Ministro de Salud Pública, doctor José Félix Patiño, ordenó un beneficio inmenso para los pobres: las drogas genéricas, que pusieron al alcance del pueblo los remedios esenciales para el cuidado de su salud con una rebaja de más del 60% del precio. Y de igual manera procedió en todos los temas de interés para los vastos sectores de población más necesitada y marginada. Valencia luchó para mejorar la calidad de la vida de los grupos sociales populares. Honra a Valencia, que las dos grandes Centrales Obreras de Colombia, entonces, cuando fue Presidente: la UTC y la CTC, manifestaran, públicamente, que en la historia de las luchas sindicales en el país, las más grandes conquistas y avances para los trabajadores colombianos se habían logrado con el apoyo del gobierno de Valencia. Ahí están los dos discursos pronunciados por Tulio Cuevas y José Raquel Mercado, donde queda estampado éste testimonio de los más grandes líderes sindicales de Colombia. Tulio Cuevas, prestigioso líder popular, que dejó honda huella en el corazón de los trabajadores como conductor responsable, inteligente y eficaz de los trabajadores. Y José Raquel Mercado, vigoroso personero del pueblo y de la justicia social – injusta y cruelmente sacrificado por los violentos homicidas -- dedicó su vida a servir la causa de los trabajadores y fue un personero leal de las causas populares.

El homenaje del Gobierno Nacional con la edición de la estampilla de Valencia, es uno de aquellos eventos que se originan en el corazón mismo de la Patria, porque éste sello conmemorativo, por su origen altísimo, encarnado en el Señor Presidente de la República, Alvaro Uribe Vélez y en su Ministra, María del Rosario Guerra de la Espriella, nos ha hecho sentir las pulsaciones robustas del corazón de Colombia, que hoy recuerda con generosidad y reconocimiento a uno de sus grandes conductores, Guillermo León Valencia, que amó y sirvió a todo el pueblo colombiano en una lucha sin tregua durante toda su existencia.

La conmemoración centenaria del nacimiento de Valencia, recuerda un hecho natural que emana de la Divina Providencia, quien además de crearle su vida, infundió en su alma un don maravilloso que le permitió vivir y navegar en los espacios ilimitados de un grandioso ensueño de idealidad.

Dijérase que aquella alma inmensa que le dio el Creador, mostraba a Valencia como un inactual, la figura antitécnica de los tiempos que corren, cuando sólo cuentan la utilidad y la ventaja,

En un país como el nuestro de permanentes ensayos y de perpetuas mudanzas, ésta estampilla le recuerda a Colombia que Guillermo León Valencia, encarnó la fortaleza inflexible en la dirección política de Colombia, fortaleza que emanaba de la sólida unidad moral que presidió su larga vida pública.

Nadie se le anteponía en probidad pública y privada, serenidad de espíritu y amor la Patria, en imparcialidad y en justicia. La fortaleza en las luchas por sus ideales y el decoro fueron a manera de vestiduras suyas.

Esta generosa iniciativa ostenta todos los atributos de un homenaje enaltecedor a la memoria de Valencia. Quiero expresar, en nombre de los hijos y de la familia del Ex presidente Valencia, el mas emocionado testimonio de gratitud al señor Presidente de la República, a la Ministra de Comunicaciones y al Presidente de los Servicios Postales Nacionales y a todo el personal directivo, por el sumo valor que su decisión de emitir la estampilla le imprime a esta conmemoración centenaria del natalicio de Valencia. Y también queremos manifestar que nos emociona atestiguar que éste sello queda adherido en las páginas de la historia de Colombia y que además, muestra y nos trae, con la efigie de un colombiano glorioso, los ecos del himno de la vida de Valencia: colombiano, cristiano, conservador, amigo leal, personero de la concordia, orador, artífice de la paz, jefe, diplomático, esposo y padre amantísimo, candidato nacional y Presidente de Colombia.

Valencia deja ancha y honda huella como un demócrata integral y auténtico que jamás toleró que la violencia fuera una plataforma legítima para un partido o una carrera política.

El 4 de noviembre de 1971, de manera repentina, se produjo el fallecimiento del Ex presidente Valencia en la ciudad de New York. La triste noticia conmovió y enlutó a la nación colombiana y el gobierno nacional con el doctor Misael Pastrana Borrero, como Presidente de la República, presidió todos los solemnes actos que tuvieron lugar con tan dolorosa ocasión.

Los restos mortales de Colombia retornaron a Colombia en el avión presidencial y permanecieron en cámara ardiente en el recinto del Congreso de la República. Al día siguiente se realizaron los oficios fúnebres en la Catedral Primada de Colombia, y el Presidente Pastrana Borrero, llevó la palabra a nombre del pueblo colombiano en el atrio de la Catedral de Bogotá. El Presidente Pastrana Borrero pronunció una oración brillante y elocuente, exaltó la limpia trayectoria democrática de Valencia y dejó su testimonio insuperable y autorizado, exaltando la trayectoria política de Valencia; su sólido prestigio popular; la extraordinaria confianza que en él depositaron constantemente las dos grandes colectividades históricas en tantas y graves circunstancias políticas y la transparencia y honradez que sellaban todos sus compromisos con la Patria. Los restos mortales de Valencia colocados sobre una cureña, recorrieron las calles de Bogotá en medio de una conmovedora despedida del pueblo con pañuelos blancos e inolvidables manifestaciones de afecto y gratitud.

En Popayán, también se expresó el duelo colectivo con la presencia multitudinaria del pueblo caucano, tanto en las honras fúnebres oficiadas por el señor Arzobispo de Popayán, Miguel Ángel Arce Vivas, como en el sepelio que tuvo lugar en la Casa Valencia. El entierro de Valencia fue un homenaje de reconocimiento y consagración a la grandeza y probidad de su vida dedicada con desinterés y patriotismo al servicio de Colombia. El presidente Pastrana Borrero presidió los actos y en el patio de la Casa Valencia, llevaron la palabra los más eminentes voceros de los dos partidos políticos y de la nación colombiana, quienes en memorables panegíricos, cantaron a Valencia himnos para su gloria.

Los prestigiosos, respetados y acatados conductores de la nación que con su palabra iluminada dejaron plasmada la trascendencia histórica de Guillermo León Valencia fueron: Raimundo Emiliani Román, Enrique Pardo Parra, Mario Laserna Pinzón, Alvaro Gómez Hurtado, Germán Zea Hernándes, en representaciónde la Dirección Liberal Nacional y Belisario Betancur.

Que la brillante, larga e inmaculada trayectoria de Valencia al servicio de Colombia, siga simbolizando un noble ejemplo de conciliación patriótica y de concordia política, para que la libertad, la democracia, el progreso, la justicia social, el decoro y la paz continúen alcanzando una intensa plenitud gloriosa que fue el legado de su carrera pública a las futuras generaciones republicanas.


IGNACIO VALENCIA LÓPEZ
Bogotá, 10 de mayo de 2009